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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

En la muerte de Javier krahe

Un gigante, un hombre digno, comprometido con la ironía, la ternura, la inteligencia y la libertad

“Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra/ más inmortal: aquella fiesta brava/ del vivir y el morir. Lo demás sobra». Blas de Otero

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E. C.
Javier Krahe murió en Zahara de los Atunes (Cádiz).Fue divinamente humano, sobre todo porque nada quiso saber de esa ‘gauche divine’ de pesebre en versión española. Fue un hombre libre sin efectos especiales, sin puestas en escena impostadas. Fue la palabra y el micrófono. Fue la ironía y la ternura. Fue en parte nuestro Brassens de quien nos regaló versiones memorables. Fue un personaje admirable. Fue –y seguirá siendo para muchos– una referencia en nuestro himno de desgarros e ironías, de amores y desamores, de experiencias agridulces y, a veces, aguardentosas. Fue un gigante de la coherencia, sin renuncias ni renuncios.

Si su independencia le preservó contra bandazos y clientelismos, su ironía lo salvaguardó de paternalismos ñoños. En efecto, no fue un cantautor de partido, ni un postulante de ningún poder establecido. Tampoco incurrió en ningún momento en moralinas como las que criticaba Aute en su versión contra los cantautores plomizos y curiles.

¿Cómo no recordar esa conmovedora canción de amor en la que ella y él se ocupaban del mar? ¿Cómo no dolernos y condolernos sintiéndonos tan gilipollas pegados al manillar de una bici a causa de los desplantes de Marieta? ¿Cómo no emocionarnos al evocar su coraje y decencia cuando salió al paso en una de sus canciones de aquellos bandazos del PSOE con la OTAN? ¿Cómo no sentir una dulce melancolía al rescatar los acordes de aquella noche de tormenta en la que una vecina pedía auxilio? ¿Cómo no sentir una inmensa gratitud ante alguien que puso letra y música a tantas vivencias memorables?

Noches de calles mojadas en las que evocábamos a Amanda y en las que también escuchábamos a Krahe, tardes de manifestaciones masivas en las que nos desgañitábamos invocando sueños. Noches de copas y tertulias hasta el amanecer acompañados, también, por canciones de Krahe. Música viajera en nuestro coche a la que Krahe contribuía con sus letras y músicas, con su voz amiga y próxima.

Javier Krahe, un gigante, un hombre digno, comprometido con la ironía, la ternura, la inteligencia y la libertad. No arqueó la ceja, no aduló a nadie, se río al quevediano modo de las miserias de nuestro tiempo. Y no hizo concesiones ni a lo vulgar ni a lo mediocre.

Siempre estuvo ahí, azuzando, provocando, riéndose, haciéndonos sonreír. Siempre estuvo ahí, sin concesiones a la moda, sin hacer el más mínimo guiño a lo políticamente correcto, sin enarbolar martirologios pasados como méritos para canonjías cómplices y decepcionantes.

Con Krahe se despide una época en la que la letra no contaba menos que la música, en la que el compromiso con lo público no siempre significaba convertirse en palmeros o mercenarios de un partido, en la que la sintonía con los destinatarios de las canciones estaba asegurada, en la que los sueños se abrían paso tan pronto comenzaban los acordes de canciones memorables.

Amor, libertad, ironía, sueños. A todo ello, Krahe le puso letra y música.

Gracias y hasta siempre, maestro.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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