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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

DE MUROS Y MARES

‘¡Oh Roma, en tu grandeza, en tu hermosura /huyó lo que era firme, y solamente/ lo fugitivo permanece y dura!’. Quevedo.

‘Estamos en la época grave e inquieta, período de gestación de una nueva verdad de la inteligencia humana y hay, sin embargo, hombres necios y nulos que niegan lo presente y se pudren en el pequeño y nauseabundo charco de su trivialidad’. Zola.

Se cayó –bien lo sabemos y bien caído está– el Muro de Berlín que marcaba claramente de qué lado estaban las libertades. Se cayó, sí, un muro tierra adentro, un muro de la vergüenza, un muro que podría ser del gusto de quienes odian los derechos y libertades. Pero siguen en pie, paradójica y metafóricamente, en el mar otras barreras que separan muy claramente la miseria de las oportunidades, travesía que transitan náufragos que en su mayor parte acaban encontrando la muerte. Y esas barreras que siguen en pie traen como consecuencia dolor y horror, si bien, en esta vieja y desnortada Europa, lo que se impone es la indiferencia.

Miren, aborrezco la demagogia barata. Miren, me repatean los sentimentalismos ñoños. Sé que no es posible que Europa pueda hacerse cargo de toda la población mundial que padece la miseria. Sé que resulta inútil cualquier espectáculo plañidero ante el sobrecogedor espectáculo de las muertes más recientes en el mar tras una travesía trágica huyendo del hambre. Pero, dicho todo esto, ¿dónde está todo aquello que da cuenta de nosotros mismos como civilización y que no puede permitir la indiferencia ante lo que está sucediendo? Pero, dicho esto, ¿dónde están aquellos dirigentes con talla de grandes estadistas que no renunciarían a una política internacional que combatiese sin matices la miseria?

Y, por otro lado, ¿dónde está nuestra memoria? En el caso concreto de Asturias, ¿cómo no recordar que hasta bien entrado el siglo XX había casi un emigrante por familia rumbo a América que se embarcaba también en una travesía encaminada a dejar atrás la miseria y que, en muchos casos, los retornados fueron decisivos en la modernización y progreso de nuestra tierra?

Cadáveres en las playas que el mar empuja hasta la arena. Imágenes punzantes de dolor al ver rostros desesperados que desean salvar, al menos, a sus niños. Y la Europa oficial no sale, en el mejor de los casos, de declaraciones con lugares comunes que a nada comprometen y que no tienen ni siquiera voluntad de resolver nada. ¿Europa, la vieja Europa, era esto?

Podría hablarse de mares de la vergüenza, de fronteras de la decrepitud, de una Europa que recuerda al memorable poema de Cavafis, de una Europa que cada vez tiene más rasgos en común con la Roma más decadente, es decir, con un momento histórico que vivía las vísperas de un tiempo tenebroso marcado por la regresión y por la derrota de cualquier grandeza.

De muros y mares, de vergüenzas y miserias. ¿Queda algo de la vieja Europa? ¿Hay algo más en la Europa oficial que burócratas mediocres e inoperantes? ¿Hay algo más que decadencia y entreguismo en el viejo continente?

¿Y dónde está el pensamiento crítico que sonroje a la política oficial? ¿Dónde? ¿Murió de indigestión en los pesebres?

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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