Ahora resulta que el Gobierno anuncia que, en septiembre, se nos devolverá un 25% de la paga extra navideña que el Ejecutivo de Rajoy quitó al funcionariado en 2012. ¡Cuánta generosidad! Sin embargo, sigue vigente el descuento del 5% de los salarios que aplicó Zapatero en 2010. Y, mientras esto se airea, hay quienes sostienen que, al fin y al cabo, los empleados públicos somos unos privilegiados por la estabilidad en el empleo y que, por tanto, no tenemos motivos ni para protestas ni para reivindicaciones.
Vamos a ver: todo el mundo podría dar por seguro que la aceptación de los recortes al funcionariado hubiera sido muy distinta si esos dineros hubiesen repercutido en menos desempleo y mejores servicios públicos. Vamos a ver: hay quienes no se percatan –o no quieren percatarse– de que llegó un momento en el que el Estado no podía hacer frente a sus necesidades fundamentalmente a resultas de un tiempo en el que la corrupción generalizada y la endogamia legalizada saquearon las arcas públicas.
¿Quiénes pagaron las consecuencias de ello? De un lado, los servicios públicos que sufrieron recortes importantes y, con ello, toda la sociedad. De otra parte, el mismo funcionariado destinado en su mayor parte a que esos servicios públicos se prestasen debidamente en calidad y en cantidad.
Miren, aquí los privilegiados no somos los funcionarios, sino la mal clase política que, entre otras muchas prerrogativas, tiene la de fijarse sus propios sueldos, así como la de nombrar a dedo asesores de turno con cargo a los dineros públicos. Miren: aquí los perjudicados hemos sido –y seguimos siendo– los empleados públicos que tenemos que trabajar más horas por menos dinero. Pero, eso sí, los privilegios de la ya mentada clase política permanecen intactos.
Miren, hablando de mi profesión, de la docencia, conviene recordar no sólo que estamos dando más horas de clase por menos dinero, sino que además, en general, aumentó el número de alumnos por aula. Miren, arremeter contra el funcionariado, topicazos aparte, es perjudicar los servicios públicos y es también mostrar que los susodichos no son prioritarios para los gobiernos de turno, incluido el que presidió el señor Zapatero.
Si sobran docentes y profesionales de la sanidad, pero no sobran políticos ni asesores, lo que ocurre es muy claro: ante todo y sobre todo, se vino legislando para que fuesen intocables las sinecuras y privilegios de la mal llamada clase política, que además de mediocre, vino siendo pródiga y, en no pequeña medida, corrupta.
Pero, claro, aquí lo que se vino haciendo fue enviar guiños falaces viniendo a decir que los privilegiados somos nosotros, y no los políticos y sus coros y danzas. Y, ahora, a pocos meses de las elecciones, se busca parchear una injusticia y un atropello, devolviendo con cuentagotas una paga que se nos quitó. Y nada se dice de acabar con los recortes ni de recuperar lo que se nos descontó. Y nadie tiene a bien rendir cuentas de lo que se hizo con los dineros que se ahorraron con sus tijeretazos. Desde luego, ni mejoraron los servicios públicos, ni tampoco disminuyó el desempleo a resultas de los susodichos recortes.
Esa paga que gotea, en parte, cosmética electoralista; en parte, mísera limosna, que no restitución de lo que nos corresponde por ley. Esa paga que gotea, mientras sigue habiendo alcaldes y alcaldesas que se subieron a su antojo los sueldos en todos estos años, mientras sigue habiendo innumerables cargos a dedo en función de poseer el carnet del partido de turno, o de haber adulado hasta el vómito al politiquillo de turno.