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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Recuerdos de Oviedo: Aquellas noches en el Antiguo

Foto de Luis Arias Argüelles-Meres.

« Para la mayoría de los hombres, la experiencia es como las luces de popa de un barco, que iluminan sólo el camino que queda a la espalda». Samuel Taylor Coleridge.

«La fantasía no es otra cosa que un modo de memoria emancipado del orden del tiempo». Samuel Taylor Coleridge.

Se escribieron novelas sobre la noche vetustense a principios de los 80, donde los protagonistas, en muchos casos, trasuntos de personajes no muy difícilmente reconocibles, no salían muy bien parados. Lo literario en la heroica ciudad no se centraba entonces en la muy clariniana hora de la siesta, sino en la noche, alargada y juguetona, en la que tanto proliferaban los atormentados de ocasión, en la que lo frecuente era encontrarse con personas y personajes que parecían tener respuesta para casi todo. Y se cumplía con un precepto sagrado: nunca había prisa. Siempre se terminaba por encontrar algún local abierto, o, en casos extremos, algún piso de estudiantes, como refugio ante el día que llegaba sin ser, por lo común, bien recibido.
Noches en el Oviedo Antiguo, en aquella especie de Vetusta redescubierta con el horario cambiado, pero con un escenario contiguo al poema romántico de piedra’. Noches en el Oviedo Antiguo con un acompañamiento musical la mayor parte de las veces balsámico. Las copas, el tabaco y las canciones en boga. El mundo que no dejaba de cambiar. Las libertades que se recuperaban. Y, en lo tocante a lo que podrían dar de sí políticamente los nuevos tiempos, la inocencia no se había perdido en muchos casos.
Aquel Oviedo Antiguo donde la juventud había hecho parada y fonda por las noches. Antes de que se produjera una apertura masiva de nuevos locales, la mayoría con cierta voluntad de estilo, la referencia del Oviedo Antiguo, ya dejando la adolescencia, eran algunos bares donde se podía tocar la guitarra y se servía un vino que estaba al alcance de los bolsillos de la población estudiantil y que también ponía a prueba la fortaleza de los estómagos.
Confieso que, en muchos casos, el atrevimiento era notable y, recordándolo ahora, enternecedor. Hablo de personas que decían saber tocar la guitarra y, sin embargo, distaban mucho de ser unos virtuosos en tales menesteres. Bien pensado, era el mismo atrevimiento que se tenía al hablar con aparente conocimiento de causa sobre autores y libros que apenas se habían leído por encima y que no siempre se habían entendido con claridad. Pero no había límites. Nada se ponía por delante.
Noche ovetense que era todo un escenario de aparentes novedades en la música, en las lecturas, en el cine, en las informaciones que venían de lejos. Noche ovetense que puso fin a usos y costumbres recientes. Apenas frecuentábamos las discotecas, nos resultaba mucho más atractivo e interesante dialogar en un pub sobre lo divino y lo humano.
Está por escribir, digo, ‘La Regenta’ de aquellos años, sociológicamente hablando. De repente, se estaba en el convencimiento de que nuestra ciudad ya no sesteaba, de que no existía un desfase de años en la mentalidad de una juventud que buscaba su sitio en un mundo que se sabía cambiante. De repente, las consignas eran los libros, canciones y películas de moda, todo ello, de afuera, todo ello de un mundo al que se quería recibir con alborozo.
¿Pero qué mundo? Ciertamente, estaba en construcción. Ciertamente, lo que nos parecía más rompedor vivía en Europa decadencia y agonía. Nadie podía imaginarse entonces que el mundo intelectual después de Sartre, ya no iba a ser el mismo. Nadie podía imaginarse entonces que, en una década, se caería el Muro de Berlín y, con él, tantas y tantas vendas que muchos quisieron ponerse. Nadie podía imaginarse entonces que, andando el tiempo, la práctica totalidad de aquellos marxistas radicales, que en su mayoría estaban a la izquierda del PCE, terminarían por ser, en todo caso, militantes o dirigentes del PSOE llariego, es decir, izquierdistas de siglas.
Izquierdistas de café, más bien, en el caso que nos ocupa, izquierdistas de pub. ¡Con qué asombrosa precisión se acomodan en su mayor parte a caídas de un caballo que los volvió personas de orden, no sé también si temerosas de Dios, pero sí de los mercados! ¡Con qué asombrosa exactitud se convirtieron en prototipos a quienes se les podía aplicar tan a rajatabla el ubi sunt acerca de las ideas y creencias que en su momento hicieron tan genuinamente suyas!
Noches que se hicieron inolvidables, tertulias en las que, salvo imponderables, no se practicaba el derecho de admisión. Itinerarios hacia las entrañas mismas de la noche ovetense, en las que la ambientación libresca, musical y estética intentaba de algún modo suplir la carencia generalizada de haber viajado tan poco.
De pub de pub, como quien iba de parroquia en parroquia. Sin necesidad de estar pendientes de los relojes, con acuciante afán de interpretarlo todo, sin haber leído lo que al propósito escribiera Susan Sontag.
Fueron los años en los que la juventud de Oviedo descubrió la noche. Fueron los tiempos en los que las libertades se sentían a flor de piel. Fueron los tiempos de lo compartido: desde los porros hasta la música, desde los libros hasta los apuntes. No estaba en boga eso que tanto se repite ahora y que se denomina competitividad. Fueron los tiempos en los que dos generaciones, la del 68 y la nuestra, mantuvimos una relación fraternal: ellos eran nuestros hermanos mayores. Y entonces no habían entrado en una dinámica de taponar a las siguientes. Y suplían sus carencias generacionales con todo el atrevimiento que fuese del caso.
Fueron los años en los que la juventud de Oviedo no quería parecerse a la Vetusta regentiana. Fueron los tiempos en los que se forjó un fenómeno sociológico la mar de pintoresco: el mundillo intelectual, a fuerza de sentirse y declararse clariniano, terminó por ser regentiano a su pesar y probablemente sin saberlo.
Pero fueron también los años en los que la noche tuvo un protagonismo enorme en nuestras vidas. Y, al final, ocurrió lo inesperado: Vetusta cambió la hora de su puesta en escena, sólo la hora. O nada menos que la hora.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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