A diferencia de lo que sucedió ante el Lugo hace dos semanas, hoy la suerte estuvo del lado del Oviedo, la misma que nos abandonó en el encuentro anterior. Y fue vital tenerla como aliada no sólo por la victoria –y perdón por la obviedad- sino también y, sobre todo, porque tras la derrota ante el Alavés, el nerviosismo, sin cundir del todo aún, no estaba muy lejos de apoderarse de la familia oviedista.
Llegó el gol de Susaeta, magnífico, con la precisión y la clase que son marca de este jugador, y, aparte del alivio y la alegría, confieso que vi, algo de lejos, eso sí, algunos fantasmas que en su momento nos desbarataron las ilusiones. Y es que estaba muy claro que en esta categoría, no podemos fiarlo todo al balón parado. Hace falta que el equipo se muestre seguro y homogéneo, lo que, a día de hoy, aún no llegó, aunque esperemos que esté cerca.
Todavía están muy cercanos en el tiempo los ayes en el Tartiere ante el temor, por no decir pánico, de que un fallo defensivo pueda dar al traste con un buen resultado. Lo cierto es que esa inseguridad se respiró en más de una jugada. Lo cierto es que el Oviedo está lejos de ser un equipo rocoso en su línea defensiva. Pero no lo es menos que hay jugadores de calidad para resolver un partido, y no sólo está Susaeta, que es toda una garantía, sino también otros futbolistas como Hervías que tiene una velocidad endiablada capaz de inclinar la balanza a favor. Velocidad y técnica, cualidades que atesora este jugador que, estoy seguro, dará muchas alegrías al oviedismo.
Conjurando fantasmas, también por el entusiasmo y por un espíritu de lucha incesante, como es el caso de Linares, que no sólo marcó un gol y tuvo sus ocasiones, sino que además peleó constantemente no sólo atacando, sino también interponiéndose ante inicios de jugadas del contrario. Hablamos de un delantero que se tiene muy merecidamente ganado el afecto de la afición.
Hoy, Vila, el tiempo que estuvo, dio seguridad, justo la que faltó en distintas fases del partido. También estuvo batallador David Fernández. Y, por su parte, los laterales, ambos nuevos en el equipo, tienen que mejorar su rendimiento. No es poco haber logrado un triunfo en el segundo partido que se disputó en el Tartiere, máxime si tenemos en cuenta que hacía falta recuperar la confianza tras el fiasco en Vitoria y el empate ante el Lugo que supo a poco. Vi flojo, para lo que es su calidad, a Font, sobre todo, en los pases. Y Borja Valle, a pesar del gol conseguido, en lo que colaboró una cantada memorable del guardameta albaceteño, hoy no estuvo todo lo omnipresente que se esperaba.
Erice, tan bregador como en él es costumbre. Esteban hizo, al menos, una parada providencial. Y, por su parte, el nerviosismo también lo acusó Egea en distintas fases del partido. Desde luego, no le falta compromiso ni entrega y sabe que hay que hacer reajustes en el juego del equipo lo antes posible.
La de hoy fue la victoria de la tranquilidad. Y, soslayando imprecisiones y despistes, estoy persuadido de que dará la confianza suficiente y necesaria para que el Oviedo encare el resto de la liga creyendo en sus posibilidades. Se trata de conjurar fantasmas y de ir ganando seguridad. Desde luego, no va a ser fácil. Pero, al machadiano modo, el camino se empezó a andar hoy.