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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Recuerdos de Oviedo: Desde el Naranco

«Millares de siglos antes de existir Oviedo, el Naranco ya era ovetense. Cuando el hombre de Oviedo sintió viva y punzante su ansia de inmortalidad, se fue a la montaña, le dio una gran puñalada en un flanco y sacó de sus entrañas bloques de piedra; los bajó al poblado, y, con ellos, delicados artífices, llenos de fe, expresaron sus ansias inmortales en la filigrana magnífica de la Catedral» . ( Valentín Andrés Álvarez).

 

Nadie puede ponerlo en duda: Oviedo se hace y rehace de continuo teniendo presente en todo momento que su atalaya no es otra que el Naranco. Oviedo se agarra y se agarró siempre al Naranco, como se sujeta el niño a las faldas de su madre, implorando cariño y protección. Oviedo es impensable e inconcebible sin el Naranco. Oviedo espera ser vista y contemplada desde el Naranco. Sin esa ojeada, nuestra ciudad no sólo no puede ser conocida, sino que ni siquiera le cabe aspirar a ser reconocida. El Naranco, toda la épica y toda la lírica de Oviedo.

MARIO ROJAS

 

¿Qué ovetense no se asomó a su ciudad desde el Naranco? ¿Qué ovetense no buscó sus rincones desde esta atalaya? ¿Qué ovetense no lo relativizó todo gracias a la perspectiva que proporciona semejante vistazo a la geografía e historia más personales?

La primera vez que contemplé Oviedo desde esta atalaya predilecta fue asomándome a la ciudad muy cerca de Santa María del Naranco. La vista caminaba muy despacio. Buscaba las calles y, al mismo tiempo, se detenía en los tejados de los edificios más altos. La mirada resbalaba por las torres, sin vértigo, con delectación morosa, sin prisas. Todo empequeñecido, todo avistado a la distancia suficiente para hacerse una idea muy distinta de las personas y las cosas. Y, en algún momento, aparecía el suspiro, recordando algo, ansiando algo, rescatando algo. Todo un itinerario de búsquedas, tan sorprendente como caprichoso. Toda una terapia de recordatorios y anhelos. Toda una oxigenación frente a las servidumbres que pueblan y atenazan cada instante de nuestras vidas.

Estoy por asegurar que la mirada de la que les vengo hablando resulta tan balsámica que impide incomodidad alguna a las personas que padezcan vértigo, porque se produce algo verdaderamente mágico como es el hecho de que es la mirada quien viaja por los rincones de Oviedo, mientras que el cuerpo se ausenta a la espera de tan necesario viaje por tantos y tantos lugares de nuestra ciudad.

Y es que, miren ustedes, el Naranco, sin duda, forma parte de todas y cada una de las biografías de todos los ovetenses. Y no sólo en lo que se refiere a episodios iniciáticos en los que ustedes pueden estar pensando, sino también en esos momentos de soledad en los que se detienen los relojes y lo que toca es mirar, contemplar, reinventarse, contarse cada quien y cada cual a sí mismo.

Y es que, miren ustedes, no deja de ser significativo que en el Naranco se den cita monumentos de la envergadura de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, monumentos que dan cuenta de un momento histórico de referencia en el que Asturias incurrió en un universalismo al que supo darle expresión artística de manera envidiable.

Y es que, al hilo de esto último, fíjense ustedes, el acompañamiento de los citados monumentos hace que se pueda disfrutar del presente con la compañía de un pasado glorioso, al menos artísticamente hablando.

Y es que, miren ustedes, el Naranco no es sólo el pulmón de Oviedo en lo que se refiere a que resulta pintiparado para hacer la ruta del colesterol, para pasear con tranquilidad o para correr, es decir, para un largo repertorio de lo que hoy se conoce como hábitos saludables, sino que por añadidura sirve para darse un paseo de siglos por la historia que, al propio tiempo, nos permite acudir a nuestro propio pasado más inmediato buscándonos en esa calle o en esa casa que tanto protagonismo pueden tener en nuestras vidas.

Pasado glorioso legendario, pretérito imperfecto más cercano, presente histórico de más amplio recorrido y futuro que se puede ir avistando entre nieblas o entre humos que se otean. Todos los tiempos en una sola geografía. Toda una biografía que despliega tiempos propios y ajenos. Toda una suerte replegada y desplegada de prodigios.

¿Cómo no recordar los ventanales de la cocina del ático tercero derecha de la calle Toreno número 5 en el que viví con mis padres desde 1973 hasta 1985, ventanales desde donde se veía sin obstáculos la cara del Naranco en la que Oviedo siempre quiso encaramarse y encamar no pequeña parte de sus sueños?

¿Cómo no recordar la sidra espalmando en el vaso en el momento mismo en el que mi mirada vivía un recreo impagable proyectándose hacia determinados rincones de mi Oviedo desde la terraza de un merendero en el Naranco? ¿Cómo no recordar tantas y tantas lunas por encima del Naranco vistas desde las calles de Oviedo en noches oníricas sin prisa?

Mirada desde el Naranco, la que proyectó en su día, en un arranque de amor a Oviedo, don Cándido García Riesgo, sin duda, el mejor concejal de Educación que tuvo esta ciudad desde la transición política a esta parte. Mirada desde el Naranco viéndonos a nosotros mismos todos los ovetenses.

Miradas desde el Naranco y, en la misma proporción, miradas proyectadas hacia el Naranco desde el hondón de nosotros mismos, desde el meollo del Oviedo más entrañable y genuino.

Mirada desde el Naranco, avistamiento y entendimiento de nosotros mismos y de nuestra ciudad. Y, a propósito de entendimiento, vuelvo a Valentín Andrés Álvarez, al escritor que pensó Asturias con deslumbrante precisión, tal y como muestran y demuestran las palabras que siguen: «Avilés, Oviedo y Gijón forman el triángulo central en que se plasma el espíritu de la región: son las tres potencias del alma de Asturias: Avilés, la memoria; Oviedo, el entendimiento, y Gijón, la voluntad».

Oviedo, así pues, entendimiento y clarividencia. Entendimiento y clarividencia que tanto deben a su formidable atalaya, esto es, al Naranco.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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