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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

¿QUÉ ES ESPAÑA, SEÑOR RAJOY?

«Hallábase una tarde en el banco azul el Presidente del Consejo, fatigado de un largo y enojoso debate, cuando se le acercaron dos señores de la Comisión para preguntarle cómo redactarían el artículo del Código fundamental que dice: son españoles los tales y tales… Don Antonio, quitándose y poniéndose los lentes, con aquel guiño característico que expresaba su mal humor ante toda impertinencia, contestó ceceoso: ‘Pongan ustedes que son españoles… los que no pueden ser otra cosa’» (Galdós. ‘Cánovas’).

Señor Rajoy, perdóneme mi exceso de sinceridad si le digo que es usted un presidente calamitoso también en elocuencia. ¿Es consciente del bochorno que nos hace pasar con sus perogrulladas? La última (o tal vez la penúltima) con que nos obsequió en la entrevista radiofónica en Onda Cero hablándonos acerca de lo que hay legislado en torno a la nacionalidad española fue de campeonato. Cuando tuve noticia de semejante patinazo, recordé ipso facto lo que Galdós dejó escrito en el último de sus ‘Episodios Nacionales’, en el que dedica a Cánovas y que don Benito escribió con tremenda desesperación. Resulta verdaderamente terrible lo que el artífice de la Primera Restauración pensaba de su propio país. De hecho, Azaña llegó a escribir que «nadie ha tenido de los españoles peor opinión que Cánovas».

Nos persigue una maldición tremenda, don Mariano, y es que seguimos sin saber qué es España y, por tanto, continuamos ignorando en qué consiste ser ciudadano español. Mire, un gran pensador español que no fue precisamente un revolucionario, Ortega y Gasset, se preguntaba con dramatismo en su primer libro esto que sigue: «Dios mío, ¿qué es España? En la anchura del orbe, perdida entre el ayer ilimitado y el mañana sin fin, bajo la frialdad inmensa y cósmica del parpadeo astral, ¿qué es esta España, este promontorio espiritual de Europa, esta como proa del alma continental? ¿Dónde está –decidme– una palabra clara, una sola palabra radiante que pueda satisfacer a un corazón honrado y a una mente delicada, una palabra que alumbre el destino de España?».

Sé que la metafísica no es lo suyo, pero tengo para mí que hay algo muy común en el reaccionarismo español al que usted pertenece de lleno, y que consiste en tener una pésima opinión sobre este país y su ciudadanía. De hecho, Cánovas, al que su patrón don Manuel Fraga tanto admiró, fue un caso notable de esto que le digo, lo cual me lleva a preguntarme si en España habrá alguna vez un conservadurismo civilizado que intente integrar a todos los heterodoxos que en este país han sido y siguen siendo.

Ante un problema aún sin resolver como es la vertebración territorial de este país, se puede reaccionar de muchas maneras; sin duda, las más contraproducentes serían la represión y también la inconsciencia. Lo primero espero que no lo haga nunca. En lo segundo, lleva incurriendo desde que Mas apostó por la vía independentista. A usted sólo se le ocurrió amenazar con las consecuencias de la secesión, e, insisto, en ningún momento tuvo a bien dirigirse a la ciudadanía catalana con un discurso convincente con vistas a un marco óptimo en el que Cataluña pudiera sentirse cómoda dentro de España.

Su torpeza con respecto al problema catalán se debe a que usted, siguiendo la tradición más ultraconservadora y carpetovetónica, no es capaz de articular un proyecto de país integrador y abierto. No se puede intentar convencer de las bondades y ventajas de un proyecto de país, cuando el susodicho proyecto no se tiene. He aquí el grave problema del reaccionarismo español que en usted alcanza dimensiones gigantescas. Grave problema que Azaña supo advertir, precisamente hablando de Cánovas: «Cánovas, político de realidades, ha creado el sistema más irreal de la historia española. La restauración proscribe el examen de las realidades del cuerpo español; no podía progresar dentro de sus líneas y se condenaba a la esterilidad; o si progresaba iba derecha a su propia destrucción». Pregúntese si esto es o no aplicable a usted, aquí y ahora.

El dictador Primo de Rivera dejó dicho que todo su saber en política lo había aprendido en el casino de Jerez. ¿La política es para usted aquella tarea que se hace a duras penas, descansando de ellas mediante perogrulladas? ¿La política y España son para usted tan sórdidas como los ripios de Cánovas, según Clarín?

Le dejo con Leopoldo Alas, don Mariano, en muy buena compañía:

«Cánovas ripia la vida como los versos. El ripio es, a su modo, una falsedad. Es lo opaco pasando plaza de transparente; es la piedra haciendo veces de pensamiento, la nada dándose aires de Creador. Ripiar la vida es llenar el alma de cascajo para hacerse hombre de peso… El estilo es el hombre; pero cuando el hombre es un barro cocido, el estilo es terroso».

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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