Ya no sé en su caso lo que es peor, señor presidente, si sus silencios indolentes dejando que los problemas se pudran, que es una manera de acrecentarlos como hizo con la situación de Cataluña. O si aún resulta más bochornoso cuando habla con un triunfalismo irritante, tal y como acaba de suceder en su rueda de prensa tras convocar oficialmente las próximas elecciones del 20 de diciembre.
¿Le parece honesto y digerible su triunfalismo, don Mariano? Suponiendo que este país esté remontando la crisis, algo muy discutible, ¿se preguntó usted en alguna ocasión el precio que la sociedad en su conjunto tuvo y tiene que pagar por ello? ¿Se preguntó usted, asimismo, si fue aceptable, por parte de los gobernantes, la ausencia de empatía con las personas que más sufrieron la crisis? Y se permite afirmar, para mayor baldón, no sólo que se ha superado lo peor, sino que además nadie se quedó en el camino a lo largo de todos estos años. ¿Acaso, señor mío, las personas que fueron desahuciadas de sus viviendas no se quedaron en el camino? ¿Y qué nos dice de los casos trágicos que hubo que terminaron en suicidio? De verdad, don Mariano, hay que ser muy inconsciente para poner de manifiesto semejantes cosas.
Sigamos con esa crisis, según usted, felizmente superada gracias a la gestión del Gobierno que preside. ¿Quién pagó el saqueo que se produjo en las cajas de ahorro? ¿Quién pagó y sigue pagando las privatizaciones y privilegios de las grandes empresas eléctricas, donde sigue habiendo un largo listado de antiguos responsables políticos que cobran salarios de lujo, mientras a cada ciudadano le toca abonar un recibo mensual en el que hay más impuestos que costes reales? ¿Quién pagó y sigue pagando todos los despilfarros que en este país han venido siendo en las últimas décadas?
Mire usted, aquí el único orgullo legítimo es el de la sociedad española en su conjunto, que, hasta donde pudo y puede, amparó a sus familiares más necesitados, no pocas veces con el dinero de las pensiones. Mire usted, aquí el orgullo le toca también al funcionariado que desde 2010 a esta parte cobra menos y trabaja más mientas que ustedes, los de la mal llamada clase política, no se terminan de apear de sus sinecuras y privilegios. Mire usted, aquí el orgullo les toca a quienes padecen una situación cercana al umbral de la pobreza y siguen luchando para salir adelante con un heroísmo admirable. Mire usted, aquí el orgullo le toca a la ciudadanía que decidió en su momento manifestar su indignación ante la corrupción generalizada y ante la inutilidad de unos dirigentes que no son capaces de poner en marcha un modelo productivo y un proyecto de país que nos ayude a levantar cabeza.
De verdad, señor Rajoy, resulta intolerable e inaceptable verlo a usted sacando pecho en medio de tanto sufrimiento, de tanta carencia, y de tanta corrupción.