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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Desde la Sala: Una de espías

«A una colectividad se le engaña siempre mejor que a un hombre» (Pío Baroja).

Alguien dijo que los bargueños fueron en su momento una suerte de anticipo de los actuales ordenadores. ¡Ay, esos cajones, esa marquetería, esa taracea, esa prestancia, esa estética! Tenían como fin ordenar documentos, ubicar cada secreto en el lugar correspondiente. No tenían comunicación con el exterior, no interactuaban entre sí, pero en ellos se encontraba la historia de cada uno de sus propietarios. Como siempre, solo era cuestión de descifrarla.

¿Y qué decir de los ordenadores en los que salen y entran tantos secretos? ¿Y qué decir de los ordenadores que llevan a cabo todo tipo de operaciones, financieras incluidas? ¿Y qué decir, en este caso, del ordenador de doña Marta Renedo, que, según declaró una de las personas comparecientes en la sesión de ayer, permaneció un tiempo guardado en un armario tras el cese de la alta funcionaria y que, según ese mismo testimonio, pudo haber sido utilizado por personas conocedoras de las claves y otros intríngulis?

Siguiendo con el mismo testimonio, el despacho de la señora Renedo no estaba cerrado con llave cuando se procedió a retirar el ordenador, que fue a parar a un armario que se protegió con un candado similar al que se utiliza para bloquear las bicicletas. ¡A saber!

Claro, la cosa se queda en posibilidad, lo que podría llevarnos a aquello que escribió Lope de Vega, o sea, a «creer sospechas y negar verdades». Nadie, que sepamos, vio a persona alguna «fisgando» en el ordenador de marras, nadie lo puede hasta el momento atestiguar. Pero ahí está la duda, que es el salvoconducto pintiparado para lo inquietante.

Una de espías. ¿Qué podrían buscar las personas que, supuestamente, consiguieron acceder al ordenador de doña Marta? ¡Ay, cuánta intriga!. Y, ya que en ésas estamos, ¿quién pudo contratar a los espías imaginarios? Ante tantas incógnitas, no queda otra que encender la pipa detectivesca para empezar a hacer cábalas.

Tras la comparecencia de la que venimos hablando, hubo otra más, que fue un encuentro con lo obvio y lo previsible: es decir, se trata de una funcionaria de la Administración que, por supuesto, no observó irregularidad alguna, pues, en tal caso, hubiese cursado las denuncias correspondientes.

Moraleja: ayer nos movimos entre hipótesis de espionaje y certezas de que todo iba bien.

¿La consejería de Cultura era en aquel entonces de letras o de ciencias, del trívium o del quadrívium? ¡Qué galimatías, oiga!

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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