El 11 de mayo se cumplió el centenario del nacimiento de uno de los gigantes de la narrativa española de posguerra. Personaje controvertido que, como escritor, alcanzó cimas y que, como personaje público, incurrió, a lo largo de su dilatada trayectoria, en comportamientos reprobables. Estamos hablando, al mismo tiempo, de alguien que ejerció de censor en el franquismo y de un novelista que tuvo problemas en su momento para publicar sus libros en España. Por ejemplo, es muy significativo el comentario que la Revista Ecclesia hizo en 1944 acerca de su novela “La familia de Pascual Duarte: “No se debe leer, más que por inmoral que lo es bastante, por repulsivamente realista. Su nota es la brutal crudeza con la que se expresa todo, incluso lo deshonesto”. Añadamos que, en 1943, llegó a prohibirse que se publicase la segunda edición de esta novela. En cuanto a su segunda novela, “La Colmena”, es llamativo que, a pesar de sus buenas relaciones con la dictadura, Cela se vio obligado a publicarla en la Argentina. Un censor censurado. Un hombre adicto al régimen que, sin embargo, publicaba libros que ponían en entredicho a aquella España oficial, a la que, por otro lado, pertenecía.
Un prosista de primera línea, en la llamada literatura de viajes, como es el caso del “Viaje a la Alcarria”, en el que puede rastrearse su afán de delator a la hora de contar todo lo que rodeaba a una maestra, puesta en escena de los colores republicanos.
Un gigante de la narrativa que, al final de trayectoria, empezó incurriendo en el manierismo, en no ser más que la caricatura de sí mismo, con obras de nulo valor literario y que terminó enfangado en escándalos que apuntaban a plagio.
Pero vayamos a su relación con Asturias. Empecemos por Fernando Vela, a quien Cela le envió el manuscrito de “La Familia de Pascual Duarte” en 1941. El ovetense que fue el alma de la “Revista de Occidente” a quien Ortega definió como la mente más clara que había conocido, le contesta teorizando con brillantez sobre el género novela, al tiempo que le advierte que, dadas las características del texto, tendrá dificultades con la censura: “El tema puede asustar acaso por demasiado terrible, lo que si para mi juicio crítico es menos evaluable, acaso lo sea para otros aspectos: edición, censura,etc”. Hay que recordar que Vela figuró en la dedicatoria de la novela que nos ocupa.
Por otra parte, pasando ya a lo más anecdótico, en el libro “Del Miño al Bidasoa”, Asturias está presente en algunas descripciones memorables. Por ejemplo, esto que sigue acerca de los hórreos: “Los hórreos que se ven desde el camino son más grandes que los gallegos, tienen forma de inmensos cajones cuadrados y se levantan sobre pilastras de pizarra, con una rebaba en el capitel para impedir que suban los ratones.”
Reparemos en la descripción, no menos memorable, que hace de Luarca: “El vendedor de molinillos y el coleccionista de paisajes, léase el vagabundo, se paran a mirar, después de pasar La Ronda, un grupillo de casas colgantes en equilibrio sobre una garganta. _Parece Cuenca… _Ya, ya… Una Cuenca verde y pequeñita, una Cuenca mirada con unos prismáticos de teatro puestos al revés. Luarca está sobre el río Negro, ese río cuyo nombre se encuentra en las más distantes geografías. El río Negro parte a Luarca en dos mitades: a babor deja los barrios de Malabrigo, Peña y Abajo, del Crucero y de la Pescadería, y a estribor quedan las Casas Consistoriales, la Barbacana, las plazas de la Fruta y del Maíz y el barrio de los Cambarales.”
Y, en Salas, también se detuvo Cela, y dejó escrito algo muy entrañable sobre uno de los personajes más célebres que tuvo este concejo, sobre “Falín el Profesor”, al que se siempre se le relacionará con los famosos “carajitos”. El propio Falín llegó a decir en más de una ocasión que Cela fue una de los personajes que más contribuyó a difundir el conocimiento acerca de los carajitos, que tienen presencia en el “Diccionario secreto”, y el autor que nos ocupa se refiere a Falín en su autobiografía “Memorias, entendimientos y voluntades”.
Mucho menos entrañable fue la disputa de Cela con Laso Prieto, cuando este último le acompañó a una entrevista televisiva con ocasión de una de sus estancias en Oviedo. Un altercado y un comportamiento muy propios de don Camilo, a quien, por cierto, u conocido periodista de Oviedo llamaba “don Camelo”.
Y, en fin, ¿cómo no recordar la polémica que se originó cuando Cela publicó en la revista “Cuadernos del Norte” una especie de greguerías, a su celtibérico modo, entre las que destacó algo relacionado con la Virgen de Covadonga, algo que supuestamente reproducía la frase de una señora en nuestra heroica ciudad?
De Fernando Vela a la Virgen de Covadonga, pasando por uno de sus libros de viajes y también por su “Diccionario secreto”, una larga trayectoria que está en la historia de la literatura y también en la guarnición de todo lo que acompañó a Cela, con sus episodios carpetovetónicos y de brocha gorda.
Todo ello es digno de ser recordado.