«Cada vez que escucho un discurso político o leo a aquellos que nos dirigen, me asusta, desde hace años, no oír nada que produzca un sonido humano. Son siempre las mismas palabras que dicen las mismas mentiras. Que los hombres se acomoden a ellas, que la cólera del pueblo no haya abatido todavía a los fantoches, es una prueba, a mi modo de ver, de que los hombres no conceden ninguna importancia a sus gobiernos y que en verdad juegan toda una parte de sus vidas y de sus llamados intereses vitales». (Camus).
En efecto, en esta campaña electoral que, celebrándose en junio, viene a ser, sin embargo, un examen de septiembre para la gran mayoría de los concurrentes, se juega, según parece, al desempate, a que, por la mínima y, en el último instante, se decida, si ello es posible, una mayoría capaz de formar gobierno, mayoría que, al menos, debería contar con un acuerdo entre tres partidos y la abstención, más o menos cómplice, de otras fuerzas políticas.
Y, por otro lado, nunca el lenguaje de la política utilizó tantos símiles futbolísticos como ahora, algo que da idea, entre otras cosas, de la banalización de la política, y este término, el de banalización, se prestaría, en el caso que nos ocupa, también más que nunca a un juego facilón consistente en el cambio de una consonante.
¿Jugando al desempate? Pregunta del millón, la madre de todas las preguntas. ¿Alguien puede creerse que el PSOE prefiere una mayoría de izquierdas con Unidos Podemos como fuerza más votada del rojerío patrio? Siguiente pregunta: ¿Puede tener el PP la más mínima esperanza de lograr seguir al frente del Gobierno de España, aunque siga siendo, como vaticinan los sondeos, la fuerza política más votada?
Prosigamos con los interrogantes: ¿Hay una base sólida para dar por hecho que el PSOE apoyaría a Unidos Podemos en el caso de que esta coalición superase en escaños al partido que, por el momento, lidera el señor Sánchez?
O sea, que, si bien se mira, no sería descabellado plantear que esta pugna por el desempate puede ser más aparente que real, porque lo que está en juego el 26 de junio no es sólo si el reparto de escaños permitirá una mayoría para gobernar, sino que también está sobre el tapete la hegemonía de la izquierda, izquierda de siglas, en el caso del PSOE.
Y, hablando de las izquierdas y de siglas, no deja de ser curioso que a la coalición Unidos Podemos le falte una ‘H’ para que las siglas recuerden tres letras que, juntas, tienen un gran significado histórico. Y, claro, habría que preguntarse si esta ‘H’ ausente es, en el caso que nos ocupa, muda o clamorosa. ¡Qué cosas tiene la política!
Y, ante todo y sobre todo, no se crean a pies juntillas lo del desempate. Aquí no se juega ni limpio ni claro, ni siquiera al fútbol.