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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

¿Una España sin perspectiva?

 «¿Por qué todo español que haya cultivado con amor y esmero el huerto sagrado de su españolidad se siente, al llegar a cierta edad, desterrado de su patria, despatriado?» (Unamuno).

«El punto de vista crea el panorama» (Ortega y Gasset).

¿Cómo no recordar aquel diagnóstico tan certero como frustrante de Francisco Silvela cuando dijo que España se había quedado sin pulso? ¿Cómo no relacionar a aquella España sin pulso del 98 con la actual situación de un país sin perspectiva? Tras el 26 de junio, políticamente hablando, este país está sin perspectiva. Aquí falló casi todo, empezando por las encuestas electorales y terminando por la lógica más elemental.

Para empezar, es cierto que, como alguien dijo recientemente con mucho ingenio, «Rajoy se quedó a un escándalo de la mayoría absoluta». Desde luego, la corrupción no castigó al partido conservador. Desde luego, no se puede decir que, desde las elecciones diciembre a las del 26 de junio, el presidente del Gobierno en funciones se haya esforzado negociando con otros partidos, ni tampoco llevó a cabo una campaña electoral frenética y dramática. Es más, hasta salió desganado al balcón de la sede de Génova tras un triunfo electoral que ni el propio interesado se esperaba. Y, por cierto, no es fácil pronunciar un discurso más ramplón.

Para seguir, aunque el PSOE se libró del ‘sorpasso’ anunciado, bajó en número de escaños, y, a mi juicio, es el partido político que tiene ante sí el panorama más dramático. Si facilitase la investidura de Rajoy, aunque fuese absteniéndose, no sería fácil que su militancia se lo perdonase. Si se niega ello, tendrá que prepararse para continuos ataques que hablarán de su ausencia de responsabilidad y patriotismo. Añádase a ello que, sin esperar mucho, ya se anuncian guerras y guerrillas desde el propio aparato contra don Pedro Sánchez. La batalla está al caer.

¿Y qué decir de Unidos Podemos? Con perdón, vuelvo a Ortega, en este caso, recordando aquello que dijo en las primeras Cortes republicanas cuando advirtió de que había tres cosas que no estaba dispuesto a hacer: ni el tenor, ni el payaso, ni el jabalí. Pues bien, ¿no se pregunta Pablo Iglesias nada el respecto? ¿Acaso no fue una payasada haber elogiado tan apasionadamente a Zapatero? ¿Acaso perdió la perspectiva el líder de la formación morada al no querer percatarse de que el electorado de la izquierda, no la de siglas, es, ante todo, crítico? ¿Acaso no fue una pantomima, cercana a la payasada, aquella puesta en escena perdonándole la vida a Pedro Sánchez y autonombrándose vicepresidente de una especie de Gobierno virtual? Aquello parecía escenificar uno de los lemas cedistas hacia su líder Gil Robles, esto es, aquello que decía «¡todo el poder para el jefe!». Y no entraré a analizar en este momento la casuística por la que la coalición con IU no sumó lo deseado. Pero, tal y como los hechos demuestran, estratégicamente no fue un gran acierto. A pesar de todo, no perdamos de vista que el revés sufrido por la formación morada no es, como muchos cantan y cuentan, irreversible.

En cuanto a los resultados cosechados por Ciudadanos, demuestran algo que, a mi juicio, resulta muy inquietante, y es lo difícil que resulta que se asiente en este país una fuerza conservadora que no sea la derechona en su versión más carpetovetónica. Pero no es éste el único problema de la formación naranja, sino que además compite también con las derechas nacionalistas. Mucho tendría que cambiar la sociedad española para que Ciudadanos pudiese ir más allá de ser un partido bisagra.

Una España sin perspectiva. Una España que, desde las elecciones de diciembre, no acaba de tomar un rumbo definitivo. Una España en la que la vieja política se resiste con uñas y dientes y en la que la nueva política no sólo se enfrenta a sus adversarios, sino también a su propia bisoñez y ñoñerías, por no hablar de egocentrismos que llevan a las payasadas.

Una España sin perspectiva en el que el partido más salpicado por la corrupción es el que más sufragios recibe. Una España en la que se vota, tal vez con convencimiento, pero, desde luego, sin esperanza.

Una España sin perspectiva. Una España que no cuenta con discursos que articulen, más allá de las consignas y topicazos, aquello que Ortega definió como «un sugestivo proyecto de vida en común».

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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