“Hay espíritus que enturbian sus aguas para hacerlas parecer profundas”. (Nietzsche).
“Cada cual exige ser inocente a cualquier precio, incluso si para ello hay que acusar al género humano y al cielo”. (Camus).
A la espera de que las sentencias pongan el punto final, esta historia, que tiene como mayor reclamo estar en lo más alto de los casos de corrupción política en Asturias, toca a su fin. ¿Esta historia o estas historias? ¿La que protagoniza doña Marta Renedo es la misma que la del señor Riopedre y la señora Otero? Estamos hablando, en un caso, de una funcionaria de élite, mientras que en el otro son dos altos cargos políticos las principales personas encausadas. Todo un ejemplo de vasos comunicantes.
Doña Marta Renedo intentó dejar muy claro que contamos con una Administración autonómica que hace de las chapuzas y de los apaños costumbre. Por su lado, el señor Riopedre, cuando contestó a las preguntas de su defensa, dio la impresión de estar muy satisfecho de haberse conocido y, según barrunté, a su juicio, el hecho de haber ejercido el poder político lo elevaba por encima del resto de los mortales. ¡Cuántas consagraciones en la errática trayectoria de don José Luis, desde el abrazo a la vida religiosa a la militancia comunista, pasando por la docencia en materia de filosofía! Acaso esto último haya sido lo más alejado de la divinidad en sus trabajos y sus días.
Doña María Jesús, siempre austera, lacónica cuantas veces habló. Hubo un momento en que parecía que terminaría por apuntar hacia arriba, pero ese guion presentido no se cumplió. Doña María Jesús nos hizo recordar al señor Millet en lo que se refiere al modo en el que, según ciertos testimonios, organizaba viajes y homenajes.
Dos personajes austeros que, según las acusaciones y ciertos testimonios, hicieron lo inesperado con parte de los dineros destinados a la enseñanza pública en Asturias. Dos cargos políticos que participaron en Gobiernos que se reclamaban “de progreso”.
En cuanto a los principales empresarios que protagonizaron esta historia, los contrastes que se perciben son muy literarios. Se diría que don Víctor se propuso mantener la compostura, mientras que don Alfonso tuvo en todo momento una puesta en escena de alguien que se siente humillado y ofendido.
Y, a propósito de contrastes, ¿no es mayúsculo el que cabe establecer entre las aspiraciones estéticas de la señora Renedo frente a los atuendos y poses frailunos y monjiles de don José Luis y doña María Jesús? En estos últimos, se intuye que en algún momento pudieron hacer voto de pobreza. ¡Quién lo diría!
Fin del relato, de un relato que no despertó interés informativo más allá de Pajares. Y que, puertas adentro, nos deja asombro e indignación.
Fin del relato, cuya música de fondo es desoladora. Ni tango, ni fado, ni copla carpetovetónica. Nada.