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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Avenida de la inteligencia

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«Cuando alguna vez me han preguntado qué es lo que soy en política, en filosofía, en tantas otras cosas, he contestado: orejano. Orejanas son las reses que no llevan marca ni señal alguna, porque no pertenecen a ninguna ganadería, y es que me molesta que me traten como a un insecto y me claven a una caja por el coselete, poniéndome debajo un rotulito». (Miguel de Unamuno).

 

Ante el incesante flujo de noticias que se viene `produciendo acerca  de las decisiones políticas que se adoptan en el Ayuntamiento de Madrid, se impone extremar la cautela contrastando las informaciones y no quedándose en ningún caso con el titular de turno. Digo esto, porque al leer que en el Consistorio de la capital del reino, estaba sobre la mesa la propuesta de sacar del callejero madrileño al señor Millán Astray, poniendo en su lugar “Avenida de la inteligencia”, en honor a Unamuno, me pareció que, en este caso, sin lugar para los matices, se hacía justicia poética.

Conocido es el episodio en el que aquel militar le espetó a don Miguel de Unamuno: “¡Muera la inteligencia”. A un Unamuno que definió el Rectorado salmantino como el templo del saber donde el autor de “La agonía del cristianismo” se reivindicó como sumo sacerdote.

Nunca fue don Miguel un adulador de poderes ni de poderosos. Nunca tuvo Unamuno especial simpatía por los uniformes castrenses ni por los hábitos frailunos. Nunca fue el rector salmantino hombre de partido.

Y, en el caso que nos ocupa, además de dar una lección de coraje y valentía, sin apelación alguna a determinada zona de la anatomía masculina, por la que tanta debilidad sintieron siempre los sables africanistas y golpistas, apostó por el saber y la inteligencia.

Tengamos en cuenta, además, que Unamuno nunca contentó a nadie, políticamente hablando, tampoco a los republicanos con los que había tenido tantas luchas y combates en común. Por tanto, se homenajea a una figura contradictoria y con una insobornable independencia de criterio. No vale decir a quienes a ello se opongan que don Miguel perteneció a bando alguno, pues era demasiado individualista y crítico para ello.

De todos modos, podemos dar por seguro que este cambio en la nomenclatura del callejero madrileño suscitará críticas y rechazos por parte de quienes se resisten a aceptar que,un Estado que se reivindica democrático no debe mantener en su callejero a personajes que formaron parte de una de las dictaduras más largas y cruentas del pasado siglo. Para ello, no vale apelar al argumento de que los susodichos personajes están en la historia, porque, como tales, su sitio son los libros que se ocupen de nuestro pasado, no un callejero.

Hay quien sostiene que esos cambios obedecen al rencor. ¡Madre mía! Con semejante argumento, se intenta sostener que deben suscitarnos admiración personajes que reprimieron a ciudadanos, personajes que empuñaron sus armas contra compatriotas suyos y personajes que ahogaron y persiguieron derechos y libertades.

“Avenida de la inteligencia”, justicia poética y justicia histórica de un Ayuntamiento democrático que no quiere que el callejero de su ciudad rinda homenaje a golpistas y a dictadores.

“Avenida de la inteligencia”, homenaje al Unamuno que tanto combatió la zafiedad y la majeza, el golpismo y otros muchos “ismos”.

“Avenida de la inteligencia”, recorrido unamuniano, “contra esto y aquello”, contra “estos y aquellos”.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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