«Una máxima brechtiana: no fundarse en lo bueno de antes, sino en lo malo de ahora». (Walter Benjamin).
Rajoy, tras la entrevista con Pedro Sánchez, se muestra plañidero, al tiempo que advierte que, sin el ‘sí’ del PSOE, se abriría el abismo de una nueva convocatoria electoral adelantada. Por su parte, el líder del PSOE manifiesta que quiere ser la oposición y, ante todo y sobre todo, que la izquierda es él. ¿Se puede dejar más claro que, tanto el PP como el PSOE se aferran al asidero de la vieja política, actuando como si el resto de los partidos de ámbito estatal no existieran?
PP y PSOE, vieja política en estado puro. El primero, lanzando un SOS envenado al segundo: ‘o me apoyas o tú serás el responsable del caos que se avecina’. El segundo, lejos de adecuarse a la nueva situación y de buscar, al menos por ahora, otras alternativas, está en un discurso muy bipolar, diciéndole al PP: ‘no te apoyaré en la investidura, pero quiero ser la oposición única al Gobierno que tú formes’. Todo un laberinto.
¿Y qué hace, frente a todo esto, la nueva política que en teoría representan Podemos y Ciudadanos? ¿Cómo es posible que estos dos partidos ni siquiera expliquen a la ciudadanía qué es aquello que los une frente a la vieja política?
En cuanto a la formación morada, cierto es, como ya escribí más de una vez, que el señor Iglesias hizo demasiado el payaso desde diciembre a esta parte, mostrando, sin pudor, un egocentrismo desmesurado y dando unos bandazos en su discurso que nos hicieron recordar a Zapatero, al que, por cierto, aduló en la pasada campaña de un modo tan asombroso como hilarante. A ello habría que sumarle episodios de incoherencia de algunos de sus principales dirigentes.
Por otra parte, el señor Rivera, sobre el papel, tiene muy fácil mostrarse ante la ciudadanía como un partido conservador de este tiempo, diferenciándose muy claramente de un PP fundado y refundado por un exministro franquista, y que, en pleno 2016, no es ni siquiera capaz de desmarcarse sin tibiezas de la dictadura y del dictador. En este sentido, el PP es una excepción en toda Europa, como partido conservador más o menos hegemónico. Siendo esto así, ¿cómo es posible que Ciudadanos no se gane la confianza de los votantes conservadores?
¿No quieren avenirse Podemos y Ciudadanos a comparecer ante la sociedad española como los partidos que encarnan la nueva política y que tienen en común una apuesta inequívoca por la regeneración democrática en España? ¿No son capaces de percatarse de que esta batalla, por el bien de la nueva política, deberían librarla juntos?
Mientras Podemos manifieste que considera a Ciudadanos una especie de marca blanca del PP, al tiempo que el partido del señor Rivera plantee que la formación morada es un foco de extremistas que idolatran a Chávez, más que combatirse entre sí, lo que hacen estas dos formaciones es fortalecer la vieja política.
PP y PSOE, vieja política en estado puro. Para el primero, todo debe seguir igual, como si la nueva política, a pesar de todo, a pesar de sí mismos también, no hubiera llegado. Para el PSOE, a pesar de haber propiciado la privatización de las cajas de ahorro, de haber sido pioneros en la reforma laboral y en los recortes, de seguir apostando por favorecer el negocio de la llamada enseñanza concertada, no hay otra izquierda que la que ellos representan.
Si esto no es vieja política, que resuciten Cánovas y Sagasta y que lo desmientan.