“No existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de los fenómenos”. (Nietzsche).
¿Quién les iba a decir a quienes elaboraron una ley electoral que, a pesar de favorecer tanto a los partidos mayoritarios, no llegaría a impedir, como viene sucediendo desde diciembre, la fragmentación política y, con ella, la ingobernabilidad? ¿De verdad, alguien se puede creer que el PP aceptará una reforma de esa ley, que le resultaría claramente perjudicial? ¿O es que Rajoy está dispuesto a casi todo con tal de seguir como inquilino de la Moncloa, sabiendo que su tiempo se está agotando?
¿No es Rajoy el principal problema de este país, entre otras cosas, por el mazazo moral que supone para la sociedad española en su conjunto que el partido más salpicado por la corrupción sea, al mismo tiempo, la formación política más votada? ¿Acaso es un pretexto sólido argumentar que el PSOE no debe oponerse a la investidura de don Mariano por el mero hecho de que la jornada de unas hipotéticas elecciones adelantadas sería el 25 de diciembre, cuando tal cosa es consecuencia de la fecha que Rajoy decidió para la sesión de investidura? O sea, que el actual Presidente en funciones intenta cargar sobre los demás la responsabilidad de una medida que decidió el propio interesado. ¡Ay!
¿No es Rajoy el problema, cuando, con independencia de los acuerdos que firme, no puede tener credibilidad como un político que desea la regeneración de la política, toda vez que contó con la oportunidad de llevarla a cabo y no lo hizo? ¿No es bochornosa la presencia de la señora Barberá atrincherada en el Senado? ¿Se da cuenta el señor Rivera de que va a apoyar a un presidente y a un partido que se ganaron a pulso una pérdida de credibilidad proverbial?
¿No es Rajoy el problema? Estamos hablando de un Presidente del Gobierno español que más ahondó en la desigualdad. Estamos hablando de un Ejecutivo, con una ministra rociera, con un ministro del Interior que repartió medallas entre el santoral. Estamos hablando de un ex ministro de Educación que hizo una reforma en la que no fomentó ni el conocimiento ni el esfuerzo, al tiempo que no tuvo a bien consultar sus planteamientos con el colectivo docente. Estamos hablando, en definitiva, de alguien que presidió una suerte de Corte los milagros valleinclanesca.
¿No es Rajoy el problema? Estamos hablando de un tiempo y un país en el que la impunidad es toda una provocación. Pensemos, entre otros, en señores como Pujol y Rato, como Rato y Pujol. ¿Alguien tuvo a bien preguntarse hasta qué extremo se desmoraliza una sociedad que es consciente de que la corrupción política apenas tiene consecuencias si quienes incurrieron en ella son personajes pertenecientes a la élite de la política?
¿No es Rajoy el problema? En un momento en el que se necesita un cambio en profundidad en nuestra vida pública, ¿cómo podemos explicarnos que no haya un pacto alternativo a Rajoy que, aritméticamente, podría darse, en el que se pusiese como máxima urgencia la regeneración política?
¿No es Rajoy el problema? ¿No se preguntan los líderes de los otros partidos el fracaso de sus estrategias políticas al no evitar que el PP sea el partido más votado?
¿No es Rajoy el problema de la sociedad española actual que necesita recuperar la decencia en la vida pública y el respeto hacia una ciudadanía que debe asumir un protagonismo que le fue arrebatado?