“Si quiere usted ver bien su época, mírela usted desde lejos. ¿A qué distancia? Muy sencillo: a la distancia justa que le impida ver la nariz de Cleopatra”. (Ortega y Gasset).
Por favor, un poco de perspectiva. Por piedad, un mínimo de distanciamiento y altura de miras. Por ética y por estética, un “misquitín” de ambición a la hora de interpretar lo que está pasando en este país. ¿Tan difícil les resulta a tantos percatarse de que lo que está sucediendo, más allá de votaciones fallidas de investidura que Rajoy protagonizó a regañadientes, es la puesta en escena del agotamiento de un sistema político que en su momento se concibió para un bipartidismo que ya es historia, todo reciente que se quiera, pero, al fin y al cabo, historia?
Miren a Cleopatra, se lo ruego, de la forma que sugiere Ortega. No sólo se trata de algo grato estéticamente, sino también de una necesidad perentoria para entender lo que está sucediendo y, hecho ello, ponerle solución a quienes tal cometido les corresponde.
Miren a Cleopatra a la distancia necesaria para que su nariz quede desdibujada. Caerán, ipso facto, en la cuenta de que hace falta un pacto amplio que, de momento, tenga como prioridad la formación de un Gobierno que se tome en serio, con los hechos, la regeneración política, así como una reforma electoral que evite este marasmo.
Supongamos, por un momento, que el señor Sánchez da el paso a presentarse de nuevo, esta vez con cinco escaños menos en el zurrón político que constituye su grupo parlamentario. Y que, más allá de un programa de Gobierno, plantea medidas claramente encaminadas a la regeneración política y a combatir la desigualdad. ¿No podrían abstenerse los grupos nacionalistas que, como Esquerra Republicana, ponen como principal condición el llamado referéndum soberanista? No haría falta que renunciasen a nada; sería suficiente con que permitiesen que se formase un Gobierno en España, un Gobierno al que, de entrada, no considerasen hostil. Y, de paso, podrían plantearse que su llamada hoja de ruta no tendría por qué ser más lenta con un nuevo Gobierno que con Rajoy en funciones hasta diciembre.Y pongo el acento en Esquerra Republicana porque deberían percatarse de que no adelantan nada con el país entero políticamente empantanado.
Es que lo que toca ahora, más que gobernar con un programa de un partido, es formar un Gobierno de desbloqueo. Y parece muy claro que el desbloqueo no podrá llegar con Rajoy, porque don Mariano es el desbloqueo y el marasmo en estado puro.
Vetos y votos. Don Felipe González, que parece muy preocupado por la situación del país, juega ahora a las paranomasias, hablando de que el candidato más votado es, a la vez, el más vetado. No inventa el fuego con sus últimas declaraciones, pero estamos de acuerdo, con el poco entusiasmo que despierta coincidir en lo obvio.
Más allá de los vetos y los votos, lo que hay –insisto- es el agotamiento de un sistema político, agotamiento que se plasma con la presente situación de bloqueo. Y no hay que esperar que la actual parálisis la rompa el PP, con o sin Rajoy. Tal tarea les queda a otros que tienen que ver más allá y arriesgar. De lo contrario, estarán contribuyendo a una encrucijada a la que, según dicen, quieren poner fin.
¿Se moverán en la dirección adecuada tras ver lo que acontece con la mínima perspectiva que el caso requiere?