De entrada, su apellido se las trae. Para seguir, yo diría que este parlamentario de Esquerra Republicana continúa la tradición de los pocos diputados díscolos que hubo en el Congreso desde el 77 a esta parte. ¿Cómo no recordar al señor Sagaseta que conseguía sacar de quicio a las gentes de orden cuando tomaba la palabra? De todos modos, se trata de estilos muy diferentes.
Gabriel Rufián en cinco minutos. Más allá de las contradicciones que acarrea declararse, a un tiempo, nacionalista y de izquierdas, contradicciones que no se pueden solventar con facilidad en un discurso que pretenda ser riguroso, lo cierto es que este joven político tiene la capacidad de poner contra las cuerdas a sus adversarios políticos, pues selecciona muy bien las preguntas retóricas que dejan al descubierto las grandes y graves lagunas no sólo de las políticas que viene siguiendo Rajoy, sino también del déficit democrático de este país, déficit democrático en el que también tiene no poca responsabilidad un partido que se reclama de izquierdas y que gobernó España durante 21 años desde el 82 a esta parte, esto es, el PSOE.
Gabriel Rufián en cinco minutos. ¡Qué bien selecciona las preguntas! Estuvo muy ingenioso al decir la frase que sigue: «¿Se dan cuenta de que son ustedes personas monolingües diciéndole a bilingües que tienen que ser trilingües?». Puso patas arriba la estética pública de un país en el que corren a sus anchas antiguos torturadores al tiempo que se llama venganza y odio al afán de recordar a la mejor España que fue fusilada, encarcelada o que tuvo que irse al exilio. En ese sentido, la alusión al cadáver de Lorca fue tan oportuna como demoledora.
Gabriel Rufián en cinco minutos. ¡Qué pena que, a la hora de dirigirse a los partidos de izquierdas, no proponga una república federal y se limite a la llamada hoja de ruta soberanista! ¡Qué pena, en tal sentido, que no recuerde a políticos catalanistas que, en su momento, antes del estallido de la guerra civil, hicieron suyo el proyecto republicano para todo el Estado!
Gabriel Rufián en cinco minutos. No pierdo de vista que, en sus discursos y comparecencias públicas, habla de una Cataluña que sólo existe en los buenos deseos, porque, a decir verdad, la llamada clase política de su tierra no es menos mediocre que la española en su conjunto; porque, para ser objetivos, la corrupción política no está desterrada de Cataluña.
Tampoco pierdo de vista que las políticas del PP y la situación del país ponen muy fácil ser demoledor. Pero no hay que negarle su destreza a la hora de formular preguntas que son auténticas sacudidas, a la hora de poner en evidencia miserias y contradicciones de nuestra vida pública. Con Gabriel Rufián en la tribuna de oradores existe la garantía de que no nos aburriremos.
Lo que lamento –insisto– es que sea tan certero y ácido en sus análisis sobre la política española en su conjunto y, en cambio, se muestre tan benévolo con muchas de las sordideces y trapisondas que sucedieron y suceden en Cataluña.
Puede que algún día se desprenda del vendaje que le impide ver lo que tiene más cerca.
Si eso llegase a acontecer, el republicanismo en toda España contaría con un excelente valedor.