“El que no puede lo que quiere que quiera lo que puede”. (Leonardo da Vinci).
“Ningún problema político tiene escrita su solución en el código del patriotismo”. (Azaña).
En la opinión publicada, el clamor es unánime: la principal lectura de los resultados electorales en Galicia y en el País Vasco es el estrepitoso fracaso de Pedro Sánchez. El señor Sánchez no destaca por una asombrosa lucidez, tampoco cabe atribuirle una capacidad de persuasión notable. No demostró ser un buen parlamentario. No resultó convincente a la hora de expresar su proyecto de país, suponiendo que lo atesore. No puede despertar entusiasmo alguien que parece mucho más un jefe de planta de un centro comercial que un líder político. Con todo, se hace necesario pedir objetividad.
El PSOE está yendo de derrota en derrota. Sin duda, la presente deriva de esta formación es la más grave que se recuerda. El discurso que viene manteniendo el secretario general no ayuda mucho a corregir tan decadente tendencia.
Dicho todo ello, se hace obligado recordar alguna que otra obviedad. El PSOE, en el tiempo en el que Rubalcaba fue el secretario general, en cada confrontación electoral a la que se enfrentó, perdió con respecto a la anterior. En segundo lugar, ningún otro candidato a presidir el Gobierno tuvo que enfrentarse electoralmente a Podemos. ¿Y si nos preguntamos por la casuística que facilitó que el partido morado fuese ganando enteros? ¿Acaso no tienen alguna responsabilidad los anteriores dirigentes del partido en la actual hecatombe del PSOE?
A Sánchez, se le reprocha casi unánimemente que no permita, con su abstención, que el PP gobierne. Al respecto, habría que formularse dos preguntas. Primero, ¿hay alguna certeza de que el PSOE hubiese obtenido mejores resultados el pasado domingo en el caso de que en el debate de investidura de agosto se hubiese decantado por la abstención? Segundo, ¿se puede asegurar que la militancia y los votantes del PSOE desean mayoritariamente que se permita gobernar a Rajoy?
También hay quienes apelan a razones de patriotismo para que Rajoy pueda gobernar. Ese argumento se vuelve contra don Mariano, pues se negó a que hubiese un Gobierno en España cuando Pedro Sánchez se presentó a la investidura.
Podemos no existiría si el PSOE, tras gobernar España durante 21 años, hubiese sido de izquierdas en algo más que en sus siglas, pues los votos de la izquierda están ahora mucho más fragmentados, y eso no es responsabilidad política exclusiva del señor Sánchez.
Y resulta, como poco, asombroso que don Fernando Lastra nos haya deleitado declarando que los resultados electorales del domingo demuestran que la ciudadanía apuesta por la estabilidad y el rigor, pues está diciendo que el PP atesora ambas cosas.
Las unanimidades en la opinión publicada no siempre están marcadas por la objetividad, máxime si se concentran en buscar una única causa o un único culpable.