«Y a menudo he pensado en otra historia/ distinta y menos simple, en otra España/ en donde sí que importa un mal gobierno» (Gil de Biedma).
Mientras Correa canta, Rajoy se prepara para una nueva sesión de investidura a la espera de que el PSOE, con su abstención, le dé vía libre para formar un nuevo Gobierno. Mientras Correa canta, el partido que en su día fundó Pablo Iglesias y que concibió como un instrumento de lucha contra la desigualdad y el caciquismo, atraviesa sus horas más bajas y críticas, al tiempo que Javier Fernández, en apariencia, más hamletiano que nunca, mide los pasos y cuida sus palabras para que todo se desatasque y, por fin, se pueda anunciar con humo que habemus Gobierno en todas las Españas.
Mientras Correa canta, el partido más salpicado por escándalos de corrupción, que es al mismo tiempo el más votado, está a la espera de salir de la provisionalidad y de buscar argucias retóricas, poco consistentes, para que el escándalo del juicio que nos ocupa no obnubile los ceremoniales que se presumen.
Mientras Correa canta, todo parece indicar que gobernará el partido de la trama que se está juzgando al tiempo que su enemigo íntimo, apuntalando el sistema, se los pondrá en bandeja.
Mientras Correa canta, sin perder de vista en ningún momento que pude haber inculpaciones y exculpaciones no muy inocentes, uno se pregunta hasta qué punto la ciudadanía se tomará la molestia de hacer la abstracción que sigue. A saber: que la podredumbre está en el sistema. Que si, según declara el personaje que aquí nos trae, el primer Gobierno de Aznar organizó sus ‘mordidas’, además de la falta de escrúpulos innegable, ello fue posible porque había un sistema que lo permitía cuando el PP ganó las elecciones en el 96, y, por cierto, el PSOE, más que a hacer oposición y seguimiento, dio entonces la batalla sobre todo en asuntos concernientes a plataformas digitales. Y el sistema con el que se encontró el PP algo tuvo que ver necesariamente con los gobiernos anteriores de González.
No, la corrupción en España no la estrenó el PP, conviene recordarlo. Y, en un momento como éste, incluso dando por hecho que hay dirigentes del PP y del PSOE que desean de verdad una regeneración política, lo que está claro es que la susodicha no es prioritaria, sino la salvaguarda de un sistema que cada vez hace más aguas por todas partes.
Mientras Correa canta, la vieja política, esto es el PP y no pequeña parte del PSOE, se protege y se las intenta ingeniar para sobrevivir. Se diría que la corrupción no va con el PP, a pesar de que el partido está procesado por financiación ilegal. Se diría que el dirigente máximo de la gestora del PSOE, que cita a Cánovas y no a Pablo Iglesias, al margen de los panegíricos que se le están escribiendo, quiere que no lleguen los intrusos a la política, quiere que la abstención derive en algo muy lampedusiano.
Mientras Correa canta, la España oficial se prepara para una nueva liturgia. Frente a ello, la España real está cada vez más al margen de la política.