“Nunca hagas valer toda tu fuerza: que nadie crea que has llegado al límite de tu poder”. (Mazarino)
Hemos de reconocer que el último movimiento político de Llamazares creando un partido “instrumental”, pero “sin vocación electoral”, todo ello sin abandonar IU, como mínimo, sorprende.
Lo cierto es que, desde que Anguita dejó liderar IU, la coalición de izquierdas pasó a ser, sobre todo en Andalucía y Asturias, el apoyo del PSOE, su muleta. Pero ese tiempo se quedó atrás desde el 15-M a esta parte con la irrupción de Podemos, que, electoralmente, canalizó gran parte de aquel descontento, mientras que IU se quedó atrás.
Y ahora lo que le queda a IU es, o bien reinventarse, o bien alcanzar un entendimiento con la formación morada que no suponga que acabe siendo fagocitada por el partido que lidera Pablo Iglesias. Resulta innegable que ambas cosas se antojan muy difíciles.
Convendría recordar, por otra parte, que, como bien sabe Llamazares, IU nació de un descontento generalizado de la izquierda contra la deriva que tomó el felipismo, y que en ese descontento que cristalizó en el surgimiento de la coalición se integraron todas las izquierdas que en España había en aquel momento.
Aquello se prolongó durante el mandato de Anguita que, sin embargo, no logró captar electoralmente los continuos desengaños que fue creando el felipismo.
Luego, con Anguita retirado de la primera línea política, vino aquel acuerdo entre Frutos y Almunia, que fracasó rotundamente, y, más tarde, ya se sabe lo que ocurrió.
Mientras todo eso tenía lugar, en Asturias, los acuerdos entre el PSOE e IU, salvo excepciones, formaron parte del paisaje. Y después llegó Podemos.
Fíjense: aun a pesar de que IU obtuvo 5 escaños en Asturias en las últimas elecciones autonómicas, resultado excelente comparado con lo que sucedió en el resto del país, Podemos casi le duplicó la representación parlamentaria.
El hecho diferencial desde la irrupción de Podemos es que IU se queda a medio camino entre el PSOE y Podemos y rezagado con respecto a ambos partidos. Reivindicarse y autoafirmarse es obligado. Conseguirlo electoralmente resulta en este momento casi inalcanzable.
Imagino que Llamazares considera que, con este nuevo partido que acaba de presentar, puede contribuir a ello. Pero resulta muy difícil que ésta sea una opción mejor que luchar desde dentro para que su discurso triunfe.
Y, por último, el laberinto de Llamazares no es pequeño. En Asturias, apoyó a Javier Fernández, casi incondicionalmente. Y ahora ve que su influencia en las políticas del Gobierno asturiano es irrelevante. Por otro lado, nunca desconectó de la política estatal, a pesar de haber regresado a su tierra.
¿Encrucijada? ¿Canto de cisne?