«En nuestro país, haría falta que el maestro fuera el primer hombre de la aldea, que supiera responder a todas las preguntas del mujik, que los mujiks reconocieran en él una fuerza digna de atención y de respeto, que nadie se atreviera a gritarle, a humillarlo como lo hacen todos: el policía, el tendero rico, el pope, el comisario y este funcionario al que llaman inspector de escuelas, pero que sólo se preocupa de si se cumplen escrupulosamente las circulares de su distrito y no de mejorar la educación» (Extracto de una carta de Chéjov a Gorki).
Leo en EL COMERCIO que el profesorado asturiano se moviliza reivindicando que se regrese a la situación anterior a 2012 en lo que se refiere a las horas lectivas semanales que le toca impartir a cada docente. Y es que, por mucho que hasta ahora se siga hablando de recuperación económica, sus consecuencias no se tradujeron en eliminar los recortes que el primer Ejecutivo de Javier Fernández aplicó en consonancia con lo dictado por el Gobierno central.
¿Cómo olvidarnos de aquellos recortes que, entre otras cosas, supusieron pérdidas de puesto de trabajo de docentes, además de un aumento en muchos centros del número de alumnos por aula? Así pues, sobraron profesores, pero no cargos políticos digitales. ¡Faltaría más!
Y, a propósito de ese aumento de carga lectiva que se lleva soportando en los últimos seis cursos académicos, incluido el actual, siempre me pregunté cómo llevarían esto nuestros supuestos representantes sindicales, exonerados de dar clase, pues todo el tiempo del mundo es poco para defendernos. Seguramente, ampliaron también en dos horas su presencia en los despachos, porque, en la mayor parte de los casos, apenas van por los centros y cuando lo hacen suelen desearnos suerte vendiendo lotería de sus respectivos sindicatos. No todo iba a ser defensa laboral, también el espíritu calvinista debe ser compartido. ¡Qué bien!
Asimismo, según leí en este periódico, se cuadriplican las amenazas y agresiones a nuestro colectivo. Esto completa la situación límite que se vive en la docencia. O sea, en 2010, al igual que al resto de los empleados públicos, se nos bajó el sueldo, que estuvo congelado a partir de ahí unos cinco años. En 2012, como acabamos de consignar, se aumentó la carga lectiva. Y, por si todo ello fuera poco, las condiciones de trabajo no dejan de empeorar.
Así las cosas, sin ánimo de incurrir en victimismo, es lógico que se viva un malestar creciente y que haya un hartazgo grande al ser tratados profesionalmente como el muñeco de pimpampum.
Por otro lado, alguien tendría que preguntarse qué se puede esperar de una sociedad que dispensa un trato cada vez más desfavorable a su profesorado, qué se puede esperar de la mejoría de un sistema educativo en el que, además, no se cuenta con el criterio de los docentes. Y, por otra parte, no deja de ser desolador que un Gobierno que se reclama de izquierdas no solo haya aplicado los recortes, sino que, cinco años después, a pesar de pintarnos un panorama optimista de estar remontando la crisis, no tenga a bien eliminar esos recortes, ni tampoco se esmera a la hora de defender los acosos y ataques crecientes que padece el colectivo de la tiza.