SIN ESPERANZA Y SIN CONVENCIMIENTO
«Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido». (Otto von Bismarck).
Parafraseando a Ángel González, ante el nuevo periodo político que se abre en España, debo decir que lo encaro sin esperanza y sin convencimiento, aun a pesar de que no tengo ninguna acerca de que Rajoy tendría que haber dimitido tras la demoledora sentencia de la Gürtel, incluso bastante antes, cuando se hicieron públicos sus mensajes con el señor Bárcenas. Pero don Mariano prefirió salir derrotado de la moción de censura, sin tener la grandeza de irse reconociendo todas las escandaleras de corrupción que salpican a su partido.
En cuanto a Pedro Sánchez, entiendo que no hay nada que objetar a que se decidiese a dar el paso de la moción de censura; distinta cosa es que haya sabido medir bien varias cosas. De entrada, el precio de los apoyos que recibió. Sería insostenible que, tras haber secundado al Gobierno de Rajoy en la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña, se desdijese. Está por ver qué políticas seguirá al respecto . Y, en el caso de que no cediese a determinados planteamientos de los independentistas, estaría por ver también con qué estabilidad podría sacar adelante sus políticas.
En el momento en que escribo estas líneas, ni siquiera se sabe si habrá ministros o ministras de Podemos en el Gobierno que forme Sánchez. Prescindir de la formación morada podría implicar mucha fragilidad para su Ejecutivo. Pero, al mismo tiempo, que entrasen en el Gobierno gentes de Podemos tampoco garantizaría un Consejo de Ministros cohesionado. Y, a la corta y a la larga, la inestabilidad se pagaría.
Entre las muchas cosas que se pusieron de manifiesto a lo largo de la moción de censura, quedó muy claro que se desconoce el programa de Gobierno de Pedro Sánchez, que, al final, sea o no monocolor el Ejecutivo que forme, tendrá que negociar a varias bandas. Lo que está por ver es si habrá líneas rojas por su parte en el famoso tema territorial. Si las siguiese habiendo, ganaría en coherencia lo que perdería en apoyos parlamentarios. Todo un dilema, sin duda.
En todo caso, habrá que esperar acontecimientos y darle tiempo. En todo caso, era imprescindible un cambio de Gobierno para la regeneración de la vida pública. En todo caso, Rajoy tuvo la oportunidad de dimitir y de convocar elecciones. En todo caso, cada vez está más claro que aquí nadie antepone el interés general a los intereses del partido, cuando no, personales.
Tras haber asistido a un espectáculo parlamentario en el que la oratoria ganó enteros gracias a la retranca de Rajoy, gracias también a la vehemencia, no exenta de brillantez, de Pablo Iglesias, da la impresión también de que hemos regresado a un escenario que ya habíamos visto, cuando los varones del PSOE defenestraron a Pedro Sánchez, facilitando así que Rajoy gobernase. (Entre paréntesis: nuestro Presidente autonómico estuvo más ausente que nunca a la hora de secundar o no al líder socialista).
Aquí, estamos, así estamos: sin esperanza de que en este país se reconduzcan los graves problemas que tenemos, en lo territorial y en lo social, sin el convencimiento de que la política y la regeneración de la vida pública puedan salir adelante ante la debilidad parlamentaria del nuevo gobernante, ante los intereses, muchas veces contrapuestos, de los partidos que apoyaron al nuevo Presidente.
