A pesar de su delicada salud, a pesar de lo que se habla acerca de la fragilidad de su memoria, se diría que, de vez en cuando, el ex todopoderoso líder sindical sí sabe de qué se está hablando y, en consecuencia, aún conserva su capacidad de réplica. De modo tan espontáneo como rotundo, rechazó una de las afirmaciones de Alperi acerca del destino de determinadas agendas del sindicato que, según el actual dirigente del SOMA, obran en poder de Villa.
Por lo demás, nos encontramos con lo de siempre. Cuesta entender que nadie en el sindicato supiese lo que ocurría y no pidiese explicaciones al respecto. Se habla de libros, de mochilas, de agendas, de un vehículo y de una serie de cuestiones más, que, por lo que se vino declarando hasta el momento, a la hora de los hechos, no se sabía bien si eran de Villa o de la organización sindical.
Villa, en la sesión del 18 de julio, no permaneció apagado y ausente, sino que sus contestaciones a determinados testimonios demostraron que estuvo muy atento a cuanto se afirmaba y que no olvidó del todo el poderío que tuvo en el SOMA y, por ende, en la vida pública asturiana.
Entre las muchas cosas que llaman la atención, no se puede pasar por alto que, por lo que se deduce, nadie puso nunca en cuestión no sólo su liderazgo, sino que sus decisiones no se discutían, no sólo en lo tocante a las directrices de la organización sindical, sino también en lo concerniente a lo que se hacía con los enseres que iban a parar a la organización.
¿De quién era ese coche del que se habló en el juicio? ¿A quién correspondían las dietas por asistir a las reuniones de Hunosa? ¿Dónde iban a parar los libros que se adquirían? ¡Cuántos interrogantes!
Por su parte, el señor Alperi declaró que, en el momento mismo en que se supo que Villa de había acogido a la amnistía fiscal que promulgó el señor Montoro, quiso averiguar si parte de ese dinero provenía del SOMA.
No seré yo quien discuta el derecho del sindicato a reivindicar que se le devuelva lo que considera que le pertenece.
Dicho esto, echo de menos que se haga una autocrítica a la forma en que, según su propio relato, se desarrollaron las cosas. Si nadie controlaba nada, como mínimo, habría que reconocer errores de enorme calado. Si la organización funcionaba según la voluntad de Villa, y esa voluntad era incuestionable, las contradicciones en las que se incurrieron por parte de una organización sindical son tremendas.
Villa se enfada, y, con esa actitud, clarifica mucho las cosas. Y el caso.