Villa era el amo de Asturias, como sostiene el fiscal en sus conclusiones. Nadie en el SOMA osaba llevarle la contraria o afearle alguna conducta. Solo así cabe explicarse que sea años después de haber dejado de dirigir el sindicato, cuando se presenten denuncias contra su forma de proceder en los dineros que recibía y administraba por parte de esa organización social en otro tiempo omnipresente y omnipotente en Asturias.
Sí, fue la Asturias oficial que tanto alabó a este hombre, empezando por la opinión publicada y terminando por los dirigentes políticos no sólo de su propio partido, sino también de las filas conservadoras.
Por eso, hasta que salió a la palestra que había intentado «regularizar» una importante suma de dinero, acogiéndose a la amnistía fiscal que promulgó en su momento el señor Montoro, nadie se había planteado analizar con frialdad la trayectoria pública de Maese Villa, ello a pesar de que había datos que no le resultaban nada favorables al ex líder minero.
Lo escribí en su momento en este periódico: Villa fue, en cierta medida, el patriarca de la vida pública asturiana, fue –mutatis mutandis– nuestro Pujol.
El juicio queda visto para sentencia. Pero tengo para mí que, además, es la sociedad asturiana en su conjunto la que tiene que tumbarse en el diván y hacer, no voy a decir pisicoanálisis, pero sí, al menos, autocrítica. Una sociedad asturiana que, desde las más altas responsabilidades, fue ciega, sorda y muda ante determinadas evidencias, que deberían haber encendido todas las alarmas. Entre esas evidencias, está la de haber aceptado el poderío de Villa.
Aquí estamos asistiendo a muchas caídas del caballo, por las rutas de Asturias, no por el camino de Damasco, desde que se supo lo de la fortuna oculta de Villa. Caídas del caballo que no merecen ninguna credibilidad. Si acudimos a las hemerotecas, veremos que fueron muchas de nuestras fuerzas vivas quienes le acompañaron en homenajes públicos, quienes lo condecoraron, quienes lo alabaron hasta la náusea. Esperando estoy unas explicaciones que nunca se darán.
Por lo demás, el guion se cumplió. Al final, Villa habló, aunque fue de su confusión y de su estado de salud. Ideas confusas, embarulladas, que nada tienen que ver con aquellas arengas suyas en determinados actos con las que nos deleitaba año tras año y que tantos y entusiastas aplausos arrancaban.
Visto para sentencia el caso Villa.
¿Y qué autocrítica hace la sociedad asturiana?No sabe, no contesta. Es inaudible. Y sufre decrepitud.