Nunca dejaré de preguntarme cómo fue posible que nadie en el SOMA denunciase lo que hacía Villa con el dinero del sindicato. Nunca dejaré de preguntarme cómo es posible que los dirigentes de la FSA adorasen y adulasen tanto al exlíder sindical sin tener la más mínima sospecha de lo que estaba ocurriendo. Nunca dejaré de preguntarme en qué se basaban los aduladores políticos y mediáticos de Villa para expresar tan alto y tan claro su admiración por un personaje que tanto y tanto poder atesoró en Asturias. Nunca dejaré de preguntarme acerca de las excelentes relaciones personales que mantuvo don José Ángel con políticos conservadores como Gabino de Lorenzo y Álvarez-Cascos. Nunca dejaré de preguntarme –en fin– por qué la sociedad asturiana avaló con sus votos y con sus silencios una realidad política en la que el hombre con mayor poder durante muchos años fue Maese Villa.
Dejemos las cosas claras: la sentencia afirma con total nitidez que Villa utilizó los recursos y dineros del SOMA en beneficio propio a lo largo de muchos años, desde 1989 hasta 2102. Añadamos a ello otro dato sobradamente conocido: estamos hablando del sindicato que tuvo más poder en Asturias en ese periodo, poder sindical con inequívocos vasos comunicantes hacia el poder político, concretamente hacia el PSOE, partido hegemónico en nuestra tierra desde la preautonomía.
A propósito de la preautonomía, reparen en estas palabras de Rafael Fernández que fueron publicadas en el libro que le dedicó el periodista Juan de Lillo al histórico personaje: «Yo creo que Villa no es un hombre que se vaya a mantener en la sombra. Yo creo que su condición es la inversa; es decir, que necesita estar todos los días en los medios de comunicación. (…) ¡Pobre Asturias si llega José Angel Fernández Villa a ser Presidente! Yo quiero ser claro en esto: no tiene ni formación política ni la más mínima condición para ello. No tiene el don de la formación humana». El libro del que hablamos fue publicado en 1983.
La sociedad asturiana en su conjunto no puede no sentirse fracasada ante esta sentencia. Y, por otro lado, el PSOE y el SOMA, sus dirigentes de toda esa época no deben soslayar su responsabilidad moral ante lo sucedido. Si no se enteraron de nada antes de que se publicase que Villa se acogió en su momento a la amnistía fiscal, su torpeza fue manifiesta, tanto que no pudieron impedir que el sindicato, el partido y Asturias fuesen estafadas. Y, por su lado, la oposición tampoco se lució mucho, al desconocer, se supone, los manejos del mostachudo personaje.
La resaca tras la sentencia durará mucho, incluso no es nada descartable que aumente cuando se juzgue el llamado ‘caso Hulla’.
Termino con Kant, con lo que el filósofo alemán llamó «el uso público de la razón privada». El silencio de quienes tanto lo adularon, de quienes hicieron de amanuenses y de esbirros de Villa resulta insoportable. Deberían salir a la palestra y responsabilizarse de sus errores. No lo harán, lo sé. Pero eso los convierte, como mínimo, en personas sin credibilidad alguna, tanto en el ámbito político como en el mediático.