Cuando leí en EL COMERCIO las declaraciones del ministro Ábalos, hablando de «horizontes» para los fines de obras, en este caso, sobre la variante de Pajares, fruncí el ceño y, una vez más, tuve la sensación de que se nos sigue tomando el pelo desde los Gobiernos de la capital del reino. ¿Cómo no recordar que, a principios del presente siglo, se fijaba «el horizonte» de 2009 para el fin de las obras de la autovía del Occidente? Ya ven: nueve años después, llegó esa autovía a Cornellana. Mal asunto, mal agüero.
No sólo no sabemos cuándo tendremos el AVE, sino que además desconocemos qué ancho habrá para esa obra interminable. No tenemos, por otro lado, la más mínima esperanza de que se acabe el pago obligatorio para viajar a Madrid en coche, o sea, el peaje del Huerna. De nada sirve que se echen las culpas los unos a los otros. Eso aún nos exaspera más.
Tampoco se sabe si los plazos de los que habló el anterior Gobierno con respecto a las obras de las vías pendientes en Gijón se cumplirán o si se seguirán dilatando.
Y, mientras tanto, la Feve bajo mínimos, o sea, las comunicaciones ferroviarias dentro de Asturias no sólo no mejoran, sino que además empeoran incesantemente.
A vueltas con las infraestructuras. Un Gobierno autonómico que casi está en funciones, sin sintonía con la sociedad asturiana, incluso sin buena comunicación con su propio partido. Un Gobierno estatal muy endeble que no sabe su hasta cuándo, sus hasta dónde y su hasta qué extremo podrá resistir.
Y, en medio de todo ello, está Asturias, una Asturias que se despuebla de forma alarmante, una Asturias por la que nadie apuesta en serio, ni siquiera desde dentro, y que necesita, con urgencia, otras políticas que, al menos, intenten frenar el declive demográfico, que, al menos, luchen por la viabilidad de su producción, que, al menos, tengan proyectos para un mundo rural en total decrepitud.
El síndrome de aislamiento va a más, las incertidumbres nos apoderan. Y esperando estamos proyectos que, al menos, vayan más allá de meras declaraciones retóricas.
Hace falta que la España oficial y que la Asturias oficial se comprometan con las infraestructuras. Estamos en lo irrenunciable, que no en lo posible.