Cuando queda poco más de medio año para que concluya la legislatura autonómica, resulta obligado –y hasta inevitable– alcanzar acuerdos en lo que se refiere a lo que es, en sentido estricto, una mera declaración de principios: apostar por el mantenimiento de la industria, alzar la voz contra la alarmante despoblación, conminar al Gobierno central a que cumpla sus compromisos con respecto a las infraestructuras pendientes y buscar soluciones para contar con un tráfico aéreo que esté a la altura de las demandas actuales. Lo dicho: declaración de intenciones, solo eso.
Porque, por lo demás, todo parece indicar que la legislatura concluirá sin que las fuerzas de la izquierda alcancen grandes acuerdos. Y de poco sirve poner como ejemplo el pacto presupuestario entre el PSOE y Podemos en el ámbito estatal, entre otras razones, porque hay grandes diferencias entre Pedro Sánchez y Javier Fernández, sin perder de vista que Podemos en Asturias no es una sucursal de la cúpula del partido en Madrid.
Desde mi punto de vista, no es la gratuidad de las escuelas de 0 a 3 años lo insalvable entre el Gobierno asturiano y Podemos, sino que las diferencias, cuestiones personales aparte, son mucho más profundas. En este momento, Javier Fernández representa el sector más conversador del PSOE, y, por otra parte, su falta de sintonía con la FSA actual no es pequeña.
Fíjense: no solo Javier Fernández está a punto de despedirse de la política, sino que además son varios los dirigentes de Podemos Asturias los que anunciaron su intención de no continuar en la vida pública. Cabe barruntar, por tanto, que el hipotético entendimiento entre ambos partidos llegará en nuestra tierra en la próxima legislatura.
¿Debate de orientación política? Ahí está el drama de la industria asturiana con el anunciado cierre de Alcoa. Ahí están los días contados de la minería del carbón. Ahí está el alarmante declive demográfico. Ahí está el panorama de nuestras comunicaciones aéreas. Ahí están las grandes asignaturas pendientes, entre ellas, la de la famosa área metropolitana que, de momento, no pasa, como el resto de las cosas apremiantes, de formulaciones teóricas sin un proyecto en firme para acometer el asunto.
¿Debate de orientación política? La obsesión de Javier Fernández con Álvarez-Cascos, obsesión a la que dio rienda suelta en su cara a cara con el señor Leal, que por, cierto, dista mucho de ser Demóstenes. El desahogo de Enrique López en lo que se refiere a las tensas relaciones entre el Gobierno y Podemos. Las alabanzas mediáticas y políticas, que nunca faltan… Y poco más.
En los meses que restan para el final de la legislatura, seguiremos con formulaciones teóricas sin concretar y con desencuentros continuos. Es lo que cabe esperar.