¿Qué queda del 15-M? ¿Acaso no sigue habiendo motivos sobrados para que la indignación ciudadana, que entonces tomó las calles, tenga su cauce de expresión a través de un partido político que canalice sus afanes y desvelos?
Lo innegable es que el paso por las instituciones está siendo problemático para Podemos. Lo innegable no solo es la crisis interna, que, aunque ya tenía su recorrido en el tiempo, estalló con la espantada de Errejón entrando en alianza con Carmena al margen del que hasta hace muy poco fue su partido. Ahí está un liderazgo como el de Pablo Iglesias que, a la hora de los hechos, no parece muy proclive a aceptar las críticas. Ahí están también sus contradicciones, incumpliendo el eterno verso de la ‘Epístola moral a Fabio’, que reza así: «Iguala con tu vida el pensamiento». Contradicciones también en estrategias y alianzas.
Pero, por encima de todo, el paso que dio Errejón puede ser letal si no se reconduce por ambas partes. De entrada, preguntémonos lo siguiente: ¿lo que son, propiamente hablando, los programas de ambas candidaturas, suponiendo que al final compitieran entre sí, podrían ser muy distintos? Difícilmente, a decir verdad, pues está en el guion que en ambos programas figuren la lucha contra la desigualdad, combatir la crisis sin que sean los de siempre quienes más la sufran, acabar con los privilegios de la llamada casta política, privilegios que sigue habiendo, y así un largo etcétera.
Y, si esto es así, si el mayor problema son los personalismos, sospecho, salvo rectificaciones inmediatas y creíbles, a esta formación política que tantas esperanzas suscitó, le tocará reinventarse tras un fracaso electoral que no es nada descartable.