No habrá, pues, ‘domingón’ electoral. Las elecciones generales serán en abril. No será el día 14, cuya carga simbólica podría desatar aún más los nervios de unos cuantos. O sea, las urnas para el Parlamento español están ya a la vuelta de la esquina y, viendo las reacciones que hubo tan pronto se anunció la convocatoria abrileña, nos tocará soportar una campaña bronca, polarizada, llena de crispación y de insultos a la inteligencia.
Lo que manifestó el señor Casado tiene muchos decibelios: o bien elegir un Gobierno que aplique el 155 en Cataluña, o que siga Torra. O sea, el 155 como estandarte. ¿Acaso desconoce el líder del PP que Torra está al frente del Gobierno catalán como consecuencia de unas elecciones en Cataluña que convocó el propio Rajoy? ¿Alguien puede pensar que la solución a todos nuestros males es volver a aplicar el susodicho artículo de la Constitución? ¿No es, como mínimo, peligroso basar la estrategia electoral en el fomento de la crispación contra Cataluña? ¿No cae en la cuenta el dirigente conservador de que, por otra parte, con su maximalismo lo que hace es incrementar el secesionismo en la sociedad catalana? Inquietante, muy inquietante, un discurso cada vez más montaraz de la derecha española.
Albert Rivera, por su lado, arremetiendo contra el bipartidismo, parece querer recuperar un espacio en el centro político, que abandonó ya hace tiempo escorándose a la derecha. De todos modos, va tener muy difícil recuperar ese centrismo por el que abogó en su día. Andalucía y Madrid, o sea, los pactos en Andalucía y las fotos de familia en Madrid, no son fácilmente olvidables.
¿Y qué pueden estar pensando ahora los partidos independentistas? ¿De verdad creen que les puede beneficiar haber rechazado los presupuestos generales del Estado, rechazo que tuvo consecuencia este adelanto electoral?
Por su parte, Podemos, que está atravesando uno de sus peores momentos, va tener muy difícil mantener la confianza de su electorado, tras sus peleas internas, tras sus incoherencias de gran calado, tras su endogamia.
¿Y el PSOE? Seguro que las tensiones en el seno de este partido no son de baja intensidad. De entrada, el miedo a un batacazo. Para seguir, tendrán que esforzarse en convencer a la gente de que no se decidió esta fecha por intereses de partido, sino en pro del interés general. Y, desde luego, los sondeos no sólo son confusos, sino que además pueden cambiar en cualquier momento, según se vayan produciendo determinados acontecimientos.
Cita con las urnas, digo, en el momento más delicado de la política española en las últimas décadas. Habrá, seguro, fragmentación en los votos. La campaña estará marcada por la crispación y por Cataluña, y, al mismo tiempo, en cada partido político, habrá quienes estén esperando el momento de aprovecharse del fracaso electoral de turno.
Tenemos por delante el lado más oscuro y más ruin de la política.