EL PALACETE MIÑOR
Rosón decidió hacer la guerra por su cuenta con la Fundación Gustavo Bueno. Su voluntad de dedicar la sede que actualmente ocupa la referida fundación a un vivero de empresas no está refrendada por la totalidad del equipo de gobierno. El alcalde, por lo que vino declarando, ve obstáculos legales para ello y, por su parte, IU tampoco parece estar por la labor. Así las cosas, todo parece indicar que este asunto, más allá de la enorme escandalera mediática que está generando, no va a dar mucho de sí.
Y, más allá de la polémica propiamente dicha, lo que se está poniendo de manifiesto es la falta de entendimiento entre los socios del gobierno municipal, una falta de entendimiento que se puede atribuir sobre todo al momento político que vivimos muy cercano al fin del mandato.
Con respecto al tema que nos ocupa, lo ideal hubiese sido que las tres fuerzas políticas que gobiernan la ciudad alcanzasen un acuerdo sobre este tema, y a partir de ahí vendrían las negociaciones con la fundación. Y ese acuerdo –perdón por la obviedad– no podría pasar por alto lo que la legalidad dicta al respecto, es decir, tendría que estar avalado por un informe técnico que no dejase fisuras desde el punto de vista jurídico. Desde luego, un solo grupo político municipal, teniendo en cuenta la actual correlación de fuerzas políticas, no puede cambiar el actual estado de la cuestión.
A partir de ahí, se pueden hacer otras muchas consideraciones, que pasarían por la estrecha relación que hubo entre Gabino de Lorenzo y Gustavo Bueno, que pasarían también por preguntarse si la fundación necesita ocupar todo el inmueble para llevar a cabo todas sus actividades, que pasarían asimismo por comprobar si las dos partes, Ayuntamiento y fundación, cumplieron y cumplen lo que se pactó en su momento. Que pasaría, sin duda, por la deriva política de todo lo que rodea a la fundación, y así un largo etc. Y tampoco estaría de más que no se hicieran descalificaciones personales completamente desmesuradas desde planteamientos totalmente inflexibles. Rosón y el grupo político al que pertenece representan, en este momento, al segundo grupo político más votado en Oviedo, y, desde luego, más allá de los desacuerdos, el respeto y la mesura nunca sobran.
Se habla de que la cesión del palacete del antiguo Sanatorio Miñor se hizo por cincuenta años. Si ese plazo tiene que cumplirse, la cosa va para muy largo.
Desde luego, cabría preguntarse si, para difundir e investigar la obra de Bueno, es imprescindible el inmueble municipal que aquí nos trae. Hay una Facultad de Filosofía que algo podría hacer sobre el particular. Desde luego, no seré yo quien ponga en tela de juicio la importancia de la investigación filosófica, así como las actividades que se organicen en torno a esta disciplina. Distinta cosa es dar por hecho que no pudiese llevarse a cabo sin el palacete Miñor. Y, por otro lado, la filosofía no se circunscribe sólo al sistema de Bueno y sus discípulos, sin que ello signifique negar la importancia que pueda tener la escuela filosófica que hay en torno a ese sistema.
Y, por otro lado, tampoco se puede perder de vista que el patrimonio municipal no está para amiguismos ni tampoco para apoyos personales ni políticos.
En su momento, si los datos no me fallan, todos los grupos políticos dieron el parabién a que la sede de la Fundación Gustavo Bueno estuviese en el Miñor. De allí salió la hipérbole de los Médicis, de allí salió un apoyo mutuo que se prolongó mientras que Gabino de Lorenzo siguió siendo alcalde de Oviedo. Y la realidad ya no es la misma.
En todo caso, más allá del ruido y la furia que se vienen desatando desde que Rosón irrumpió en el Sanatorio Miñor, el panorama no tiene visos de cambiar y todo parece indicar que esta polémica forma parte de un final de legislatura, por cierto, bastante bronco.