Pedro Sánchez es acaso el líder político pañol más acomodaticio de los últimos años. Cuando salió victorioso en las primarias en 2014 frente a Madina y a Pérez Tapias, no enarbolaba un discurso izquierdista dentro del PSOE, ni mucho menos. Y así se mantuvo durante un tiempo en el que pactó con Ciudadanos en aquella investidura fallida. También tuvo una comparecencia en la que destacaba una enorme bandera con los colores patrios. Asimismo, llegó a citar en plena campaña electoral a Adolfo Suárez en un inequívoco guiño al centro político.
Su izquierdismo emergió a partir de 2016, cuando fue defenestrado por su partido, al negarse a facilitar la investidura de Rajoy. Y, más tarde, en mayo de 2017, se desquitó de su condena al ostracismo cuando salió vencedor de las primarias frente a Susana Díaz y a Patxi López. Se puede decir que el Pedro Sánchez de 2017, que volvió a ponerse al frente de su partido, poco tenía que ver con el que había ganado las primarias de 2014.
Sin embargo, hasta la moción de censura que lo aupó hasta la Presidencia del Gobierno, las encuestas y sondeos lo seguían condenando a la irrelevancia.
Tras ser investido Presidente del Gobierno con el voto de Unidos Podemos, de los partidos independentistas y del PNV, vino siendo objeto de fuertes ataques que, para empezar, ni siquiera consideraban legítima su victoria, como si la moción de censura no fuese un mecanismo constitucional. Y, para seguir, desde entonces, se le viene acusando de compadreos con los independentistas, de traiciones a la unidad de España y de quién sabe cuántos estropicios más.
De hecho, las tres fuerzas políticas más conservadoras, Vox, el PP y Ciudadanos, consideran que el actual líder del PSOE representa un gravísimo problema para España, pues, con sus alianzas con el rojerío patrio y el independentismo, España está en peligro. ¡Anatema!
Y, ahora en plena campaña electoral, a poco que se repare en sus discursos y en sus planteamientos programáticos, da la impresión de que hay un viraje por su parte hacia posiciones más moderadas o, si se prefiere, más centristas. De hecho, muy recientemente, marcó distancias muy claras con el independentismo catalán y no ceja en su empeño de erigirse en garante de la actual Carta Magna.
¿Vuelve a virar Pedro Sánchez para acallar el discurso de quienes lo ven como una especie de compañero de viaje de los independentistas? ¿Vuelve a virar Pedro Sánchez para evitar que cunda el pánico que supondría una apuesta por unas políticas socioeconómicas verdaderamente de izquierdas que, por cierto, nunca llevó a cabo ningún Gobierno del PSOE?
Tiene fácil enarbolar el discurso de que necesita un apoyo electoral grande para evitar un Gobierno de una derecha cada vez más radicalizada y apocalíptica. Por otro lado, esa estrategia de moderación y de distanciamiento, que se apunta conforme va avanzando la campaña electoral, parece claro que intenta acallar ese discurso que tiene en contra por parte de la derecha, que incide más en el miedo a Pedro Sánchez que en lo persuasivo que puede ser su programa electoral.
Al final, hay un enorme protagonismo del miedo, reclamando el voto para evitar a la derecha radicalizada, intentando quitarlo a quienes puedan desconfiar de sus presuntos coqueteos con el independentismo y con la formación que lidera Pablo Iglesias.
Virajes que, más que en la esperanza, se basan en el miedo, miedo a la derecha, miedo a que el votante centrista no le dé su confianza.
Ponme y quítame allá ese miedo, esos miedos.
¿Verdad que es muy curioso?