En el momento mismo en el que tuve noticia de que el bueno de José Manuel  Feito atravesaba un estado de salud que se podía considerar cercano al fallecimiento, sentí un enorme desgarro. Estamos hablando de una excelente persona, de un hombre generoso que siempre se volcó a la hora de dar su apoyo a los demás. Estamos hablando de un referente de primer orden en la cultura asturiana. Estamos hablando de un gran poeta. Estamos hablando de una de las personas que conocía más a fondo la historia contemporánea de Avilés.

Lo dicho: un hombre que fue, ante todo, generoso. No olvidaré nunca la última conversación que mantuvimos por teléfono, de esto no hace mucho tiempo, y es algo atesoraré siempre entre mis recuerdos más entrañables.

También contó con un sentido del humor envidiable. Fue, como otras personalidades de nuestra tierra, el prototipo de un hombre del occidente de Asturias que, sin perder nunca sus raíces, también hizo suyo el lugar donde estuvo tantos años, concretamente, la Parroquia de Miranda en Avilés, donde tantas iniciativas puso en marcha, donde era tan justamente querido y admirado.

Hasta siempre, querido, amigo. Siempre tendré presentes las visitas que me hizo en Lanio, cuando iba camino de Somiedo. Siempre tendré presentes nuestras charlas en las que su amenidad jamás decaía. Y, en todo momento recordaré su bondad, su grandeza de espíritu, sus detalles que mostraron en todo momento una amistad verdadera.

En Miranda, cuando me invitó a pronunciar el Pregón de las fiestas hace ya unos cuantos años, aquí en Lanio, hablando de la madre de Casona y de maestros somedanos, en su tierra natal, cuando presentamos una novela hasta entonces inédita, que se desarrollaba en el Somiedo de principios del siglo XX.

¡Hasta siempre, querido amigo! Dejaste a tu paso bondad, buen humor  y talento.

Un abrazo inmenso.