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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

República frente a monarquía: relatos y debates

La salida de España de Juan Carlos I deja aún bastantes interrogantes por responder.

 

Aunque el comportamiento de Juan Carlos I hubiese sido ejemplar, hay argumentos poderosos para defender la pertienencia de un estado republicano

La monarquía solo podría legitimarse mediante un plebiscito que no se llevó a cabo
Juan Carlos I fue intocable, mediática y políticamente, hasta el siglo XXI

Durante décadas, al Rey Emérito no sólo se le rindió una pleitesía mediática y política empalagosa, sino que además su figura estaba por encima del debate y de la crítica. «Motor del cambio», «el mejor embajador de España», el hombre casi providencial que paró el 23-F, y así un largo etc.

Pronto pudo desquitarse de las críticas que se le hacían tanto desde el propio régimen de Franco como también de la oposición política, que daba por seguro que su reinado sería muy breve.

Por otro lado, a nadie parecía interesarle poner de manifiesto que Juan Carlos I, para asegurarse su reinado, tenía que romper con la continuidad de la dictadura franquista, al menos en su arquitectura institucional.

Hay muchos episodios que tenemos guardados en la memoria quienes fuimos testigos de aquel tiempo en la edad de las pasiones, es decir, en nuestra adolescencia. Por ejemplo, la dimisión de Arias Navarro. Por ejemplo, el discurso de Juan Carlos en el Congreso de Estados Unidos asegurando que la monarquía iba a garantizar «las distintas alternativas del Gobierno libremente elegidas por el pueblo español». Por ejemplo, el largo proceso que culminaría con nuestra presencia en Europa. Frente a ello, acontecimientos inquietantes y desgarradores, atentados y secuestros, matanzas como la de Atocha, atentados de ETA, episodios horrendos que además eran una enorme amenaza para una incipiente democracia.

Entonces, como ahora, había argumentos poderosos para reivindicar la República, frente a aquel discurso que se sigue manteniendo del fracaso de las experiencias republicanas en España, como si los reinados borbónicos fuesen en su mayoría provechosos para el país. Y teníamos algunos muy claro que la monarquía sólo podría legitimarse mediante un plebiscito que no se llevó a cabo.

Aquel Felipe González que leía y releía los Diarios de Azaña en el autobús electoral de la campaña de octubre del 82, no tardaría en dejar muy claro que estaba cómodo con la monarquía parlamentaria y que no iba a reivindicar la república.

La figura de Juan Carlos I fue intocable, mediática y políticamente, hasta el siglo XXI. Los escándalos de corrupción del PSOE y del PP afectaron al desprestigio de la política, pero no a la monarquía, hasta que llegó lo de Urdangarín. La credibilidad del padre del actual monarca se quedó muy tocada con el episodio de la cacería, por el que pidió disculpas de una forma un tanto pueril. Con su abdicación en 2014, es de suponer que quiso evitar que la imagen de la monarquía siguiera deteriorándose, pero los hechos no se lo pusieron fácil, hasta el extremo de reconocer públicamente que le toca abandonar el país.

En una república democrática, la ciudadanía tiene la potestad de sancionar ciertos comportamientos públicos retirando su confianza a la hora de votar. Pero la obviedad es que en una monarquía la jefatura del Estado se hereda, no se gana en las urnas. Por mucho que se hable de oportunismo, por mucho que haya muchas voces repitiendo que hay problemas más acuciantes en España, el debate monarquía/ república está ahí.

Cierto es que, dada la correlación de fuerzas políticas ‘realmente existente’, parece impensable que se pueda dar paso a unas cortes constituyentes. Cierto es también que no se ven personajes con talla de estadistas entre la mal llamada clase política. Cierto que a determinados políticos que se reclaman de izquierdas les sobra egocentrismo.

Pero, con todo, el desprestigio de la institución monárquica resulta innegable. Pero, con todo, hay derecho –y hasta obligación– de debatir. Ítem más: aunque el comportamiento de Juan Carlos I hubiese sido ejemplar, aunque Felipe VI se conduzca con honestidad y transparencia, hay argumentos poderosos para defender la pertinencia de un estado republicano.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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