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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

EN EL 80º ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE AZAÑA

 

Sigue siendo el político contemporáneo más odiado por la derecha más recalcitrante y un total desconocido como escritor
«Soy el primer hombre en la historia de España contra el que se maneja la fealdad como arma política» (Azaña).
El 3 de noviembre 1940 se produjo el punto y final del agónico periplo francés de Manuel Azaña Díaz. En vísperas de su muerte, le hizo la siguiente observación a uno de sus hombres de confianza: «Mire, Galicia, a lo único que aspiro es a que queden unos cientos de personas en el mundo que den fe de que yo no fui un bandido». En efecto, no fue ningún bandido y su comportamiento público y privado estuvo marcado por la honradez. Convendría que todo el mundo supiese que dejó esta vida en un modesto hotel de Montauban costeado por la embajada de Méjico. Y estamos hablando de un jefe de Estado, nada menos.
Pero la crueldad del destino hizo que aquel intelectual, que según Antonio Tovar fue acaso nuestro último afrancesado, se despidiese del mundo en su modelo de país invadido en su mayor parte por los nazis. Y, al mismo tiempo, mientras se conspiraba para darle caza y fusilarlo en España. Se dijo que aquella especie de reencarnación del maligno que había querido acabar con el catolicismo en España, en sus últimos días se sentía arrepentido y se confesó. O sea, por una parte, querían darle caza y fusilarlo, pero, al mismo tiempo, como moralina ejemplarizante se pretendió contar a los cuatro vientos una reconversión que nunca tuvo lugar.
Manuel Azaña Díaz, ochenta años después de su muerte sigue siendo el político contemporáneo más odiado por la derecha más recalcitrante y, parodiando el título de libro que le dedicó Rivas Cherif, no se libró aún de ser un total desconocido como escritor. Ello, a pesar de que de que su obra literaria descansa sobre los mismos planteamientos que su proyecto de país, plasmado, ante todo, en sus discursos, que, además de ser obras maestras del género, forman parte de la obra ensayística de Azaña.
El Congreso de los Diputados decidió homenajear a Azaña en el 80 aniversario de su muerte, homenaje del que se desmarcó Vox, algo que no constituye ninguna sorpresa.
A uno le encantaría que el mencionado homenaje sirviese, al menos, para que el proyecto político y el pensamiento del que fuera el principal epítome de la segunda República dejasen de ser algo completamente ignorado en el país que lo vio nacer. Y, además, convendría combatir ciertos tópicos que siguen esgrimiéndose contra la figura de Azaña y también contra el Estado que don Manuel lideró.
Hágase el público lector la siguiente pregunta: ¿Fue la insurrección obrera del 34 un golpe de estado contra la República o, más bien, se trató de una sublevación contra unas políticas que querían echar abajo los avances del bienio anterior? La pregunta no niega lo evidente: aquello no fue democrático.
¿Fue injusto ponerse al lado de la España republicana sin conceder argumentos favorables a la llamada ‘tercera España’? Reparemos en estas palabras de Juan Marichal: «Azaña sentía un marcado desprecio por los hombres de esa tercera España, porque veía en ellos a los desertores de la causa que ellos mismos habían fomentado con sus prédicas. Yo me arriesgaría incluso a resumir en los siguientes términos la argumentación condenatoria de esos intelectuales: la guerra de España tenía su origen inmediato en la sublevación militar, pero la resistencia popular tenía su principio moral en las lecciones de dignidad humana que aquellos maestros habían dado a su pueblo y nación».
Es el propio Marichal quien resume los afanes de la segunda República con estas palabras: «La Gobernabilidad intelectual de España». Y es la generación de Azaña, comprometida con el afán pedagógico y con los valores democráticos, la que tiene que soportar la tragedia de asistir al fin de un mundo en cuyos ideales se habían forjado.
Ya en 1930, en su ensayo sobre Cervantes, Azaña fue premonitorio sin saberlo: «Que una biografía personal mire a dos horizontes, que el declinar apesarado de un hombre, de una generación, y la clausura de un movimiento histórico coincidan, no puede menos de ser raro».
Azaña, un desconocido y también un personaje histórico odiado. Azaña, en el 80º aniversario de su muerte, un ejemplo que nadie sigue ni quiere seguir, retóricas aparte.
Luis Arias Argüelles-Meres es autor del libro “Azaña o el sueño de la Razón. Editorial Nerea, Madrid, 1990.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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