La mañana anunciaba que iba a ser una jornada, también en lo climatológico, de muestras: nubes, baños de sol que vienen y, sobre todo, se van, alguna que otra racha de viento. Mucha variedad, oiga. Y, en un lugar de Oviedo, fueron haciendo acto de presencia las personas que ocupan el banquillo de los acusados. Hablo del llamado caso Renedo.
Por vez primera en mi vida, presencié en directo ese momento al que estamos tan acostumbrados como espectadores catódicos, en el que comparecen en las instancias judiciales las personas imputadas acompañadas de sus defensas. Una puesta en escena muy preparada que, por otro lado, no suele deparar sorpresas. Se trata de guardar silencio y de aparentar serenidad. Las congojas y zozobras, si las hubiere, irán por dentro.
Así fueron desfilando desde Marta Renedo hasta Riopedre. Primera y último. Se ve la propiedad conmutativa no siempre es aplicable fuera de las operaciones aritméticas. Pregúntense si es el caso.
Segundo momento (aquí no hay sitio para “memento” alguno: no todo se presta a la paranomasia). El paso anterior a introducirse en la sala. Muy de cerca, Riopedre, al que vi cabizbajo, la señora Otero, la señora Renedo, los empresarios más conocidos, acusaciones particulares y defensas. En este segundo momento, uno tuvo el pálpito de la nadería en la que se instalan determinados personajes cuando ya no están investidos de poder. Pálpito revelador en la intensidad con que se percibe, revelador e inquietante.
Tercer momento. Se inicia la sesión. Somos, también, nuestra memoria. No pude no recordar la fascinación que, desde niño, ejercieron sobre mí las películas en las que el escenario principal era un juicio. Cierto es que la realidad suele ser menos cautivadora. La escenificación ya estaba hecha. Y, con ella, llegó la palabra.
Primera observación: la acústica resultó manifiestamente mejorable.
Segunda observación: No hay exactamente banquillo de los acusados, sino filas de sillas. Doña Marta, doña María Jesús y don José Luis están juntos. Dos estilos, el de las señoras que acabo de nombrar, sin embargo, muy distantes, algo que literariamente podría dar mucho de sí. Don José Luis, a la derecha de doña Marta. El ex consejero parece ensimismado. ¿Abismos filosóficos? Puede que no sea el caso ni el momento.
Tercera observación: Las defensas inciden en defectos de forma. Uno, que nunca puede dejar de ser docente, admira la capacidad de síntesis que, como cabía esperar, está desigualmente repartida.
Cuarta observación: Con independencia de los supuestos defectos de forma que se alegaron, hay dos cosas que no dejan de flotar en el ambiente:Primero, la lectura política de unos hechos que distan mucho de ser ejemplarizantes y que marcan una etapa política, con fechas, con nombres y apellidos. Segundo, las presuntas ganancias obtenidas, que nada tienen que ver con el beneficio de la Escuela Pública ni tampoco con el fomento de la cultura y el conocimiento, esto es, en todo aquello que teóricamente nos mejora.
Quinta observación: Una especie de receso después de la hora del Ángelus, momento para el cambio de impresiones. Tras ello, original y copia con respecto a lo anterior.
Prolegómenos, sin Hjelmslev, sin cabida aquí para teoría alguna sobre el lenguaje. Prolegómenos en los que el guion no sorprendió, en los que el reparto de papeles respondió a lo esperado.
Sabor amargo el que produjo este aperitivo de un proceso en el que la vida política llariega no saldrá reforzada hacia la gloria, sino todo lo contrario.
Prolegómenos de un proceso que, sin embargo, dejará constancia de que la Justicia y sus clamores reclaman su balsámico y catártico protagonismo.