“Cuando no existen las posibilidades de educarse, de levantar dentro de la masa corpórea la estatua magnífica de un espíritu cultivado, no se es hombre, y mucho menos se puede ser ciudadano”. (Indalecio Prieto).
La exposición que acaba de inaugurarse en Trascorrales, rindiendo homenaje a la figura de Indalecio Prieto, es una iniciativa que no sólo contribuirá a un mayor conocimiento de uno de los políticos más sobresalientes de la primera mitad del pasado siglo, sino que además hace justicia a un personaje que, en la tierra que le vio nacer, sigue siendo un desconocido, o casi.
A propósito de la tierra que lo vio nacer, voy a permitirme referir algo que me hizo saber en su momento don Juan Álvarez Corugedo, hijo del escritor y economista Valentín Andrés Álvarez. Al que fuera ministro de Obras Públicas durante la 2ª República le pusieron el nombre de Indalecio como homenaje a don Indalecio Corugedo a resultas de que un antepasado de nuestro político fue ordenanza en la Diputación provincial y sentía un gran afecto por don Indalecio Corugedo que había sido diputado en la mencionada institución.
Y, por otro lado, hay que decir que la trayectoria política de Prieto se forjó sobre todo en Bilbao, en el mismo Bilbao que noveló Unamuno en su novela “Paz en la guerra”, en el mismo Bilbao que, por cierto, hizo frente al carlismo. En aquel Bilbao culto e industrial que, además de otras muchas cosas, fue acaso una de las principales referencias del liberalismo español, liberalismo, dicho sea de paso, no concebido desde el punto de vista económico, sino como talante frente a una España asfixiada por el nacionalcatolicismo. De hecho, su famosa frase, la de que se hizo socialista a fuer de liberal, no resulta explicable fuera de ese contexto bilbaíno. Tanto es así que la susodicha declaración de principios la pronunció Prieto en uno de los templos del liberalismo y del republicanismo español en la Sociedad “El Sitio”, de Bilbao.
Yo hablaría de liberalismo bilbaíno y de socarronería asturiana. Y, a propósito del nombre que se le dio la exposición, “la razón en marcha”, es sin duda, muy acertado. Estamos hablando claramente de un hombre de acción, pero no al barojiano modo, sino que todo su hacer en la política estuvo presidido por las convicciones, que, dentro del partido socialista, se decantaban por su ala más moderada, frente a lo que representaba Largo Caballero. De todos modos, sobre este lugar común habría muchas matizaciones que hacer.
Lo más sobresaliente de la figura de Prieto es su autodidactismo, sin títulos universitarios que exhibir, estamos hablando de un hombre culto, de un gran orador y de una persona que demostró tener una enorme capacidad a la hora de organizar infraestructuras que el país necesitaba. A este respecto, hay una frase suya muy significativa en un discurso en la Cortes: “Estoy en tan excelentes condiciones para gobernar que no me estorba ni la cultura”. Fue también Prieto quien se refería a Ortega como “la masa encefálica”.
Nacido en 1883, perteneciente por tanto a la generación del 14, la de Azaña y Ortega entre otros, esto es, a la generación que se puso al frente de la 2ª República. En este sentido, sería muy interesante entrar a fondo en sus relaciones con los intelectuales de la España de su tiempo. Tuvo sus polémicas con Unamuno en la prensa, sentía respeto, desde la discrepancia por la figura de Ortega, y fue el dirigente del PSOE que mejor relación mantuvo con Azaña. De esto último hay importantes testimonios tanto en las memorias del estadista republicano como en la correspondencia que mantuvieron ambos dirigentes.
Mantuvo la socarronería hasta su último suspiro, también su deseo de poder morir en España: “Deseo ardientemente volver a España para que, si no puedo ser útil de otra forma, sirvan mis restos para criar jaramagos en mi amada tierra”.
Indalecio Prieto, en efecto, la razón en marcha. En efecto, la socarronería asturiana. En efecto, todo un símbolo de un Bilbao culto, industrial y abierto al mundo y al futuro.