«Y ellos, los bárbaros, que aparecen encasillados y formando bandas, hordas o montoneras, no tienen en realidad verdadera disciplina, pues no es la del rebaño. En cuanto desaparece el guion o la enseña, la banda se desbanda; en cuanto desaparece el mandón, se desmanda. La íntima y profunda indisciplina, el atomismo social, la anarquía presuponen el cacique. Y una de las cosas que más hieren a los bárbaros es que haya quien rehúse y rechace cacicatos de toda clase, que implican siempre una especie de matonería». Unamuno.
Mientras don Pedro Sánchez parece estar ausente de la vida pública, al tiempo que algunos prebostes del PSOE arquean las cejas insinuando que, por pasiva, permita a Rajoy gobernar, nos preguntamos a qué aspira realmente, aquí y ahora, el partido político que, tras la muerte de Franco, gobernó este país a lo largo de 21 años. ¿Nadie quiere darse cuenta de la gravedad del momento que vive el PSOE, que parece haber renunciado a ser un partido político con vocación de Gobierno? ¿Nadie quiere darse cuenta de que parece haberse conformado con la pedrea que supone no haber quedado por debajo de Unidos Podemos?
Ya es grave esa renuncia, pero lo es aún más que para ejercer la tarea de ser el primer partido de la oposición hay que tener un proyecto de país claramente diferenciado del PP. ¿Lo tiene más allá de las vaguedades? Están en contra de la LOMCE. Sólo faltaba que no fuese así. ¿Pero tienen sobre la mesa una propuesta seria de otro sistema educativo que no sea el que hasta ahora estuvo en vigor, que, si bien es cierto que Wert consiguió empeorarlo, también resulta manifiestamente mejorable, tras cosechar fracasos sucesivos? Están en contra del inmovilismo de Rajoy en materia de política territorial. Bueno, dicen estarlo. ¿No tuvieron tiempo hasta el momento de plantear una alternativa a la actual encrucijada y negociarla con los partidos catalanistas? ¿Es de recibo que, en materia de política territorial, ni siquiera estén sintonizados y sincronizados con el PSC?
Luego está el fatalismo del presidente de Asturias, que, según parece, sostiene la tesis de que un no a Rajoy por parte del PSOE reforzaría al partido conservador. Nadie es adivino, obviamente. ¿Pero semejante tesis puede estar basada en criterios racionales? ¿Acaso socialismo y fatalismo son compatibles?
Un partido que aspira desesperadamente a agarrarse al asidero de ser el principal partido de la oposición. Un partido que parece haber renunciado a buscar alternativas de Gobierno, que no son ciertamente fáciles, pero eso no es excusa para no intentarlo.
Pero lo más preocupante de todo es que el PSOE no parece caer en la cuenta de que su mayor necesidad, que apremia, es tener un discurso que haga ver que es un partido político claramente distinto al PP, y no sólo en materia de derechos y libertades, algo muy importante, sin duda, pero que no es suficiente en este momento. ¿No es un fracaso tremendo el hecho de no haber sido capaces de convencer al electorado de que, gobernando el PSOE, el país sería menos desigual? ¿No es un fracaso desolador, asimismo, no haber sido capaces de persuadir a la ciudadanía de que, gobernando el PSOE, la regeneración política sería un hecho, y no sólo una etiqueta electoral? ¿No es un fracaso imperdonable no haber sabido desmarcarse de determinadas vacas sagradas de su propio partido que cada vez están más cerca del PP?
Les recomendaría a los dirigentes del PSOE una lectura del ‘Gorgias’, de Platón. Hay que luchar contra el fatalismo que supone considerar que no es posible transmitir lo que de verdad se piensa y se siente.
La izquierda, aún la más moderada, no puede ser fatalista, señor Fernández. La izquierda tampoco puede ser conformista.
¿Se puede aspirar a algo grande con los lastres del fatalismo y el conformismo? ¿Se puede ser de izquierdas con esas credenciales que desposeen de credibilidad?