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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

A propósito de la LOMCE. (La ceguera de unos frente a la cerrazón de otros)

“Los bárbaros exigen que cada uno de nosotros se aliste en sus bárbaras mesnadas; pero una vez que se ha instalado uno en una de ellas le hacen allí imposible toda vida de libertad. Exigen que se barbarice”. (Unamuno).

 

No sólo suscribo al cien por cien la práctica totalidad de las proclamas que se esgrimen contra la LOMCE de Wert, sino que además hay cuestiones en las que mi rechazo va aún más allá. Sin embargo, no soy capaz de sobrellevar con paciencia la falta de autoridad moral y la cerrazón de muchos de sus detractores. ¿Con qué cuajo se erigen en defensores de la Enseñanza pública personajes y colectivos que son en no pequeña medida responsables de un sistema educativo como el actual que orilló el esfuerzo y que renunció al sapere aude kantiano, cuyas consecuencias se están manifestando de continuo en informes y datos que dan cuenta del paupérrimo bagaje de conocimientos que se alcanzan en los distintos niveles educativos? ¿Cómo es posible que den a entender que la defensa de la Enseñanza pública pasa por el mantenimiento del actual sistema educativo? Cierto es que la LOMCE, de una parte, puede conseguir algo tan difícil como empeorar lo que hay, y que, para mayor baldón, no garantiza en modo alguno que la calidad de la enseñanza frene su creciente deterioro.
Ceguera o cinismo de quienes consiguieron desprestigiar la enseñanza pública, es decir, del PSOE, con su LODE, su LOGSE y su LOE, así como de unos sindicatos mayoritarios cuyos dirigentes huyeron de la tiza y se convirtieron poco más que en visitantes de ocasión en los centros docentes en los que suelen vender lotería. Con ellos no reza el aumento de horas lectivas que se nos impusieron a los docentes. Y, ante los acosos y ataques que viene sufriendo el colectivo, no se les vio ninguna preocupación especial. Es decir, negar los males del actual sistema educativo es, en el mejor de lo casos, ceguera, y, en el más probable de los supuestos, cinismo. Y en ello están la divina izquierda de siglas y sus sindicatos afines.
¿Y qué decir de la cerrazón de Wert? El ínclito señor ministro no tuvo a bien siquiera consultar con el profesorado acerca de la situación que vive la enseñanza. ¿Para qué? El prepotente titular de Educación del Gobierno de Rajoy nos retrotrae con su ley a décadas atrás, desde el momento mismo que eleva la presencia de la religión católica en la enseñanza obligatoria. El sonriente don José Ignacio va más allá aún del franquismo a la hora de decidir que las pruebas de reválida puedan ser evaluadas por profesorado de la enseñanza privada. La LOMCE no apuesta por la calidad de la enseñanza, sino por los recortes, con más carga lectiva para el profesorado y con mayor número de discentes por aula. La LOMCE tampoco ambiciona el esfuerzo y el conocimiento, sino un resultadismo en las reválidas que sólo servirá para que los centros docentes rivalicen entre sí. La LOMCE de Wert nace fracasada desde el momento mismo en que tiene como fundamento único la actual mayoría absoluta del PP, y ni siquiera el propio ministro tuvo a bien esgrimir argumentos mínimamente convincentes sobre las supuestas bondades de la ley de marras.
¿Qué país es éste en donde la izquierda (de siglas) con tal de no reconocer errores, se instala en el inmovilismo ante un sistema educativo como el actualmente en vigor cuyas consecuencias negativas las avalan de continuo los datos? ¿Qué país es éste donde un Gobierno antepone su mayoría absoluta a la elaboración de un sistema educativo que –velis nolis- tendría que buscar el acuerdo y el debate entre todas las partes implicadas?
Así las cosas, ¿quién puede alardear de conducirse según las necesidades y dictados del interés general, o, si se prefiere, del patriotismo cívico?
¿Hay un solo partido político en este país que haya propuesto acabar con la endogamia universitaria, madre de muchos de los males que nos aquejan en materia de calidad de enseñanza? ¿Hay un solo partido político en este país que se haya escandalizado ante el hecho de que un diez en una oposición docente no garantice la obtención de una plaza, con lo que ello supone de agravio para el opositor y de desaprovechamiento de los mejores por parte de la sociedad?
Ceguera y cinismo de los unos, cerrazón y prepotencia de los otros. ¿Cómo no desgañitarse contra tal estado de cosas, mientras el profesorado que acude cada día al aula tiene que soportar el deterioro en sus condiciones de trabajo y la demagogia de un sistema en el que, a la hora de la verdad, lo que menos cuenta es la sesión docente propiamente dicha, porque de lo que se trata es de escribir informes plagados de una jerigonza que insulta al idioma, a la inteligencia y a la profesión?
Quien esto escribe lleva toda su vida asistiendo ininterrumpidamente al aula primero como alumno y a continuación como profesor. Por tanto, no puede no sentirse indignado por vivir en un país que no apuesta por el aprendizaje y el conocimiento, que aparta la meritocracia y que no cumple con el deber de poner todos los medios necesarios para que la ciudadanía cuente con la herramienta de una formación académica lo más óptima posible. Y hasta imposible.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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