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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

AQUELLOS AÑOS DE GRANDONISMO

Lo tengo escrito más de una vez: detesto los linchamientos. Resulta demasiado fácil sumarse a los ataques contra alguien que, en un momento dado, se convierte en el muñeco de pim pam pum. Por supuesto, el principal encausado en el ‘caso Niemeyer’ merece ser tratado, tanto en la opinión como en la información, con respeto, sin juicios paralelos, sin hogueras en las columnas de la prensa. Ya se irá conociendo más lo sucedido a medida que avance el juicio, y tiempo habrá para llegar a conclusiones acerca de la forma en que dirigió el Centro Niemeyer.

De momento, lo que toca es situarse en aquellos años, tan recientes y, al mismo tiempo, tan lejanos. Cercanos en el tiempo, pero lejanos en cuanto a lo mucho que cambió la vida pública desde entonces. Y vuelve a ser ella, nuestra memoria, la que nos guía en este recorrido desde la actualidad que supone la celebración del juicio hasta aquel pasado en el que lo faraónico parecía dominarlo casi todo.

Primero hubo una historia de localismos acerca de dónde tendría que ubicarse un museo de los Premios Príncipe de Asturias. Más tarde, cuando el arquitecto Oscar Niemeyer se ofreció a diseñar en Avilés lo que iba a ser el centro cultural que llevaría su nombre, los localismos enmudecieron algo y, al final, se llevó a cabo esta construcción que, sin duda, generó mucha ilusión en Avilés por la potencialidad que podía tener. Se tomaba como referencia de algún modo todo lo que había supuesto el Guggenheim en Bilbao.

Por el Niemeyer desfilaron unos cuantos famosos. Se soñaba con que podría servir para que la ciudad que vio nacer al Adelantado de la Florida se convirtiese en un referente mundial de la cultura. El entonces presidente de Asturias estaba muy implicado con las actividades que allí se hacían y se implicó a fondo dando su apoyo. No se sabía muy bien hasta qué punto las actividades del Niemeyer estaban sirviendo de gran promoción a Avilés, pero, desde ciertas instancias, se daba por hecho.

Con la llegada de Cascos al Gobierno asturiano, las cosas se pusieron muy difíciles. Por una parte, hubo masivas manifestaciones en favor de la gestión que se hacía en el Niemeyer, apoyadas por gentes muy famosas. Y se daba a entender que no solo se estaba cometiendo una injusticia, sino que además se perjudicaba seriamente a la ciudad.

Se tardó tiempo en conocer determinados datos que pusieron aquella gestión en entredicho, y vino el proceso que desemboca en el juicio que se está celebrando estos días.

Años de grandonismo, años en los que se rindió culto al famoseo, años en los que todo parecían días de vino y rosas. Desde luego, al margen de lo que dictamine la justicia y de los hechos que terminen por comprobarse, no solo falló una persona. Desde luego, todos los que apoyaron ciegamente a Natalio Grueso, por mucho que lleven un tiempo distanciándose de él, tratando de que se olvide su cambio de posición, algo – o mucho– tendrían que explicar, empezando por la exalcaldesa de Avilés.

El centro diseñado por el prestigioso arquitecto sigue ahí y su potencialidad se mantiene. Lo que ahora toca es juzgar aquellos años de dispendios, de derroches y de frivolidad. Y acaso aprender algo.

Tengo para mí que rendir culto al ‘famoseo’ es una forma de mostrar un complejo de inferioridad, personal y colectivo, que a nada bueno conduce.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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