¡Qué paradójico resulta que, precisamente en las redes sociales, donde tantas personas informan de forma pormenorizada acerca de su vida y milagros, colgando fotografías de lo que han comido o van a comer, del viaje del que acaban de regresar, del cumpleaños al que asistieron, y así un largo etc., expresando en no pocos casos sus sentimientos más íntimos públicamente, se haya hablado tanto de un polvo al lado de un cajero automático de un banco de Oviedo! ¿A qué viene tanto asombro en unos medios donde la intimidad no es cuantitativamente lo que más se cuida? Y, sobre todo, ¿cómo explicarnos que se conceda más atención a semejante episodio que al que protagonizan tantos indigentes que duermen en esos mismos sitios sobre cartones, a resultas de la miseria que padecen?
Se entiende perfectamente que resulte divertida la historia que nos ocupa, incluso que sea vista como algo transgresor. Aun así, se diría que a esta sociedad le siguen escandalizando las mismas cosas y que tiende a no ocuparse de otras muchas que, en verdad, deberían preocuparnos infinitamente más.
En un país que en los últimos años se ha venido empobreciendo de forma alarmante, al tiempo que la mal llamada clase política no tuvo a bien renunciar a ninguno de sus escandalosos privilegios, lo llamativo en el día a día de una ciudad no debe ser un desahogo sexual que no se refrenó por el pudor. En un país en el que los bancos se pueden permitir desahuciar a ciudadanos que no tienen recursos para hacer frente a sus hipotecas porque perdieron su trabajo y toda protección social, lo más notorio no es que se copule en una entidad bancaria, sino que las susodichas entidades financieras hayan tenido y sigan teniendo un apoyo oficial en muchos casos desmedido, al tiempo que se abandona a su suerte a muchos ciudadanos que están padeciendo situaciones realmente desesperadas.
De acuerdo, no todo se puede tomar del lado grave, ni hay que ponerse demasiado serios, ni circunspectos, conviene reírse y sonreírse, sin duda. Lo que sucede es que no deja de ser sorprendente que se conceda tanta importancia a una anécdota por muy curiosa que resulte.
Polvo mediático, paradójicamente, convertido en acontecimiento virtual. Mientras tanto, siguen los desahucios, continúan las escandaleras políticas, no cesan los petardazos de corrupción política.
En el patio de Monipodio del siglo XXI, el circo de la vida pública española presenta entre otros muchos números de entretenimiento esta historia acaecida al lado del cajero de un banco. No decae el circo, sino que aumenta cada día. Y, al mismo tiempo, escasea el pan.
¡Qué cosas!