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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

ESTÉTICA DE LO INFORMAL (EN EL CIERRE DEL BAR ALKOR)

¿Cómo es posible que podamos llevar dentro de nosotros mismos lugares en los que nunca hemos estado o que, como mucho, sólo hayamos visitado fugazmente? Es, entre otros, el caso del bar Alkor, en el que sólo entré una vez a saludar a una persona. Sin embargo, siendo adolescente, ya sabía de la existencia de este establecimiento, toda una estética de lo informal, obligada cita para huir de lo solemne. Fíjense ustedes hasta qué extremo fue una estética de lo informal que se sumó a la provocación fonética y conceptual que en tantos y tantos casos supone la ‘K’. Se sumó y, en gran medida, se anticipó.

Transcurrieron los años, y durante los veranos de los últimos cursos de facultad, pasaba por delante de ese bar camino de una academia en la que di clases. Pasaron los años, y muy cerca del bar Alkor también estuvo siempre un pub que es todo un clásico de la noche vetustense, por al que todos acudimos con mayor o menor frecuencia. Pasaron los años, y durante varios cursos transité la calle donde siempre estuvo ubicado ese bar camino del colegio de La Gesta a buscar a mi hijo. Pasaron los años y el Alkor siempre estuvo ahí.

Cantaban los loros, se sabía que el consumo de pipas era importante. Se iba a deshora en el caso de no pequeña parte de un estudiantado que acudía allí con irreverencia del cumplimiento del horario lectivo.

Toda una estética de lo informal, insisto, tan necesaria y oxigenante. No era un lugar para el sibaritismo. Lo que lo convertía en parada obligatoria para tantos y tantos era la necesidad de pasar un tiempo lejos de convencionalismos, lejos de actitudes hieráticas, lejos de toda seriedad, lejos de toda trascendencia.

El cierre del bar Alkor supone el fin de no pequeña parte de la intrahistoria de Oviedo, supone el punto de no retorno para un lugar de referencia de nuestra educación sentimental, supone pena en el momento presente y asegura nostalgia futura, una nostalgia que ya va tomando forma en todos nosotros.

Y es que no se prodigan mucho los lugares en los que toca reírse, en los que toca burlarse de toda rigidez, en los que toca dislocar toda seriedad, en los que toca liberarse de tanto formalismo. Toca reírse de casi todo, toca sonreírse con sorna. Y para todo ello hace falta un lugar al que acudir, unos compañeros de viaje con quienes compartir tales necesidades.

Nunca visité el altillo del bar Alkor del que tanto se habla. Pero me cuesta poco imaginarlo. Reloj de la cotidianidad que, parodiando el bolero, no contaba las horas, sino que las burlaba. Horas –y muchas– que pasaron, sin la compañía empalagosa de sentimentalismos ñoños. Pasaban porque tenía que pasar volviéndole la espalda a la rutina, a la vida reglada.

Tiempo, mucho tiempo. Años, muchos años. Longevo bar que se contagió, estoy convencido de ello, de la larga vida de los loros, que, en otra etapa, habrían tenido un dueño pirata.

Piratas de lo cotidiano los frecuentadores del bar Alkor. Piratas que quisieron y pudieron disfrutar de algo tan adorable como la informalidad.

¡Larga vida al bar Alkor! ¡Larga vida a sus moradores que nunca querrán perder sus encuentros con toda una estética de la informalidad!

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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