«Un día, tú ya libre / de la mentira de ellos, / me buscarás. Entonces / qué ha de decir un muerto?» (Luis Cernuda).
Leí muy recientemente, a propósito de la llegada del exilio español a México, un episodio de los que, a un tiempo, conmueve, angustia y arroja luz. El susodicho episodio tiene al filósofo asturiano José Gaos como protagonista cuando en 1938 abandona España y, siendo rector de la Universidad madrileña, ordena al conserje que la cierre. Emprende nuestro pensador el camino de un exilio que no tendrá retorno.
¡Qué cosas tiene el azar! Resulta que, justo en el momento en que se inician el curso académico y también el político, tengo noticia del referido episodio en el que la mejor España se encuentró sin sitio en su propio país, y ya no se trataba sólo del malestar resultante de una adaptación poco menos que imposible, sino que era algo obligado si se pretendía salvaguardar no sólo la libertad, sino también, en muchos casos, la vida.
Hablemos de José Gaos, del filósofo asturiano que acuñó el término, distinguiendo entre la patria «de origen» y la patria «de destino», en este caso, México. Éstas son las palabras de Gaos: «La afinidad entre el México de la Revolución y la España de la República, de la que la brillante historia de México desde la llegada de los refugiados a él ha sido la creciente confirmación, ha sido, por tanto, el factor radical de la conducta de México, primero, con la República, y, después, con los refugiados, y de la adaptación de los refugiados a México».
Y añade: «En México no me sentía desterrado, sino transterrado, una palabra que ha hecho fortuna, sin duda por dar expresión a una realidad psicológica colectiva».
Una realidad psicológica colectiva, en efecto, porque, gracias a la patria de destino, el filósofo asturiano José Gaos no fue un inadaptado hasta el final de sus días. Jamás regresó a España, lo que le evitó pasar por aquella experiencia de Max Aub que, al retornar a su país, dijo aquello tan citado: «He venido pero no he vuelto».
Hablemos de José Gaos, filósofo asturiano, discípulo predilecto de Ortega, último rector de la Universidad madrileña en tiempos de la República, traductor, entre otros, de Kierkegaard, de Husserl y de Heidegger. Máxima figura de la filosofía académica en Hispanoamérica.
Hablemos del asturiano José Gaos, desconocido en esta tierra que tanto tiende a deslumbrarse ante lo foráneo y, sin embargo, tanto propende a desconocer lo mejor de nosotros mismos.
Hablemos de José Gaos, orteguiano de izquierdas, militante socialista en tiempos de la República. Y hagámoslo partiendo del episodio referido. Con él se cerró la Universidad del único Estado no lampedusiano de la España contemporánea.