El nuevo secretario general del PSOE dice estar en guerra contra el populismo y, sin embargo, sorprendió a propios y extraños con una intervención telefónica en un programa de telebasura. Se diría, pues, que no parece tener muy presente aquello que escribió McLuhan: «El medio es el mensaje». Desde luego, con esa intervención televisiva quedó palmariamente demostrado que su coherencia no es muy consistente.
Y, por otro lado, haría falta conocer a fondo qué entiende el señor Sánchez por populismo. Se diría que pretende hacerse la siguiente composición de lugar: lo que tiene a la derecha es el PP más reaccionario, lo cual es totalmente cierto. Lo que tiene a la izquierda es el populismo, representado casi en exclusiva por Podemos, según su discurso. O sea, que para el nuevo líder del PSOE no existe populismo de derechas, lo cual es, cuando menos, curioso. Y, en cuanto a la formación política emergente liderada por Pablo Iglesias, en lugar de combatirla mediante inequívocas medidas en pro de la regeneración de su partido, lo que hace el señor Sánchez es descalificarla sin argumentos, con unos apriorismos que siembran muchas dudas acerca de la consistencia del discurso del nuevo dirigente socialista.
De medios y mensajes. Debería tener muy en cuenta el señor Sánchez que la credibilidad de cualquier personaje público pasa también por el prestigio que tengan los medios en los que más a menudo comparece. Y, desde luego, si se pretende ganar unas elecciones, no basta sólo la popularidad, máxime en unos tiempos tan chabacanos como éstos.
De medios y mensajes. Ante el delirante circo de nuestra vida pública, el mayor empeño del nuevo secretario general del PSOE sería transmitir rigor y seriedad, requisitos imprescindibles para generar la confianza que su partido necesita ante la continua decadencia que viene sufriendo desde el final de la etapa de Zapatero a esta parte.
¿Tan difícil le resultaría a este señor, si de verdad tiene voluntad de ello, comparecer ante la sociedad española con propuestas muy concretas para combatir el desprestigio y la desafección entre la ciudadanía y la mal llamada clase política? ¿Sería populismo pedirle a Felipe González que renunciara al privilegio que supone cobrar una alta pensión como ex presidente al tiempo que percibe grandes ganancias como consejero de grandes empresas? ¿Sería populismo pedir a determinados personajes de su partido que sólo cobren por un solo cargo y que renuncien a todas las canonjías que disfrutan? ¿Sería populismo defender en serio la enseñanza pública? ¿Sería populismo reivindicar que las cajas de ahorro recuperasen su vocación de servicio público ayudando a la sociedad, como vinieron haciendo desde que fueron fundadas? ¿Sería populismo no renegar del republicanismo como una de las señas de identidad históricas de su partido?
De medios y mensajes. Comparecer en la telebasura en cuanto a lo primero. Ser ambiguo a la hora de transmitir mensajes claros a la militancia y a la ciudadanía. ¿Cree usted, señor Sánchez, que, de esta guisa, el PSOE podrá recobrar el gran respaldo ciudadano con el que contó hasta que Zapatero consiguió hundirlo?