Coincidiendo con el 135 aniversario de la tala de ‘el Carbayón’, legendario árbol que identifica a nuestra ciudad, tala que se llevó a cabo en medio de una fuerte polémica, según consigna Juan Antonio Cabezas en su excelente biografía sobre Clarín, a Oviedo le toca –‘velis nolis’– reinventarse. ¿Qué hacer con el antiguo complejo hospitalario y la plaza de toros? ¿Qué hacer con la Fábrica de Armas y la inmensidad que rodea al histórico edificio? ¿Qué hacer con la antigua fábrica de gas cuyo atractivo estético es formidable?
Y, fíjense, si algo se pone de manifiesto en este momento es el fin del fin del gabinismo. La capital asturiana tiene que dirimir ya asuntos de mucho mayor calado que las farolas isabelinas, que las papeleras tan costosas, que los empedrados peatonales, que el entramado de zarzuela que nos dejó el anterior alcalde, actualmente refugiado en la Delegación de Gobierno. Y, fíjense, aquel viejo árbol tan vinculado a la personalidad de Oviedo se quedó en su momento aislado creciendo para adentro, expandiéndose espectacularmente sus raíces, lo que, bien pensado, cobra, aquí y ahora, una enorme carga simbólica, porque una de las grandes asignaturas pendientes de esta ciudad es cómo circunvalarla, cómo librarla de embotellamientos y atascos, cómo evitar que se convierta para los automovilistas en una especie de ratonera.
A Oviedo le toca reinventarse. El alcalde de la ciudad, por el que siento el aprecio propio de un profesor hacia un alumno brillante y educado que traducía muy bien textos latinos, propone que la ciudadanía más concernida pueda plantear sus iniciativas, lo cual es digno de elogio. Por su lado, doña Belén Fernández, una de las consejeras más omnipresentes del Gobierno asturiano, ya soltó más una vez una retahíla de topicazos, eso sí, cuidándose mucho de conjugar el verbo concretar. Pero, ante todo y sobre todo, hay dos cosas que saltan a la vista.
En primer término, se pone de manifiesto una falta de previsión imperdonable por parte de las instituciones políticas que, desde hace muchos años, inauguraciones de cartón-piedra y virtuales aparte, sabían que el nuevo HUCA terminaría por entrar en funcionamiento. En segundo lugar, que los tiempos que corren no permiten, por fortuna, pelotazos urbanísticos, que hubieran sido tan excitantes antes de la crisis en las zonas en este momento afectadas.
¿Qué hacer, pues, en todas las edificaciones del viejo complejo hospitalario? ¿Qué hacer que sea útil a la ciudadanía y sirva para contrarrestar en lo posible las consecuencias negativas para esa parte de Oviedo, tan cercana, de otro lado, a muchas facultades universitarias? La solución no será, de eso estoy seguro, plagiar lo llevado a cabo en otras ciudades en los últimos años, lo cual no impide que se tomen referencias. Y, por otro lado, debemos seguir preguntándonos si se acepta que la falta de actividad en la Fábrica de Armas de la Vega debe ser irreversible. En todo caso, lo más aconsejable no sería nunca resignarse a ello.
Fíjense, habría que saber, con la mayor concreción posible, qué propuestas tienen los partidos políticos que concurrirán en mayo a las elecciones autonómicas y municipales.
Y es que, insisto, del Oviedo gabiniano queda su entramado de zarzuela, su estética tan similar a la entrada de la casa de un nuevo rico, pero quedan también asignaturas pendientes, asignaturas pendientes que, por su lado, dejó el arecismo, cuya megalomanía no fue inferior a la del exregidor de Vetusta.
Se oxida el Calatrava por encima del antiguo Carlos Tartiere, enclave donde tuvo lugar la gloria del Oviedo. El antiguo complejo hospitalario está vallado. La Fábrica de Armas, sin actividad. La circunvalación de Oviedo, sigue pendiente.
Oviedo tiene que reinventarse, discutiendo, polemizando, pero aportando algo más que ocurrencias del tres al cuarto. Oviedo tiene que reinventarse, para ello, bueno es escuchar a la ciudadanía, sin que con ello se pretenda ocultar el desierto de ideas que anida en las cabezas de los responsables políticos.
Lo cierto es que el próximo mandato, tanto autonómico como municipal, será decisivo a este respecto. La pregunta es si hay un grado suficiente de consciencia sobre el particular.
Ya no somos Camelot. Somos la capital asturiana en la que en su día hubo personajes como Feijoo, Clarín, Pérez de Ayala y Fernando Vela que supieron captar lo que pasaba en el mundo e incorporarlo a su modo a esta ciudad a la que tanto amamos.