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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Unamuno en el discurso regio

 

«Unamuno, Moisés solitario, Moisés sin multitud que le siga, con los brazos en alto sobre la tierra reseca del desierto. Nos queda el eco de sus palabras ardientes, de sus alaridos sin respuesta, pues, si la hubo, no pudo escucharla». (María Zambrano).

 

El nuevo monarca, como una coda a su discurso, nombró a Unamuno. Como una coda, sobre todo, al planteamiento que hizo acerca de la orfandad que padecemos en cuanto a referentes morales que tanto necesita este país. En la calle, las voces y los ecos de una multitud cada vez más indignada que exige con todo derecho ser tenida en cuenta. Y, por otro lado, los premiados al lado de una representación no pequeña de nuestra mal llamada clase política y otras autoridades. Paradoja que tampoco le hubiese pasado desapercibida a don Miguel.

Unamuno en el discurso regio. No puedo dejar de preguntarme si el actual Rey conoce las malas relaciones de su bisabuelo con el rector salmantino, así como aquel episodio en el que el autor de Vida de don Quijote y Sancho, al ser recibido por Alfonso XIII, no siguió el protocolo de entonces y se mostró con la dignidad de un ciudadano que se niega a servilismos y pleitesías. Aquello sucedió hace casi cien años, en 1916. Gran lección de Unamuno.

Unamuno en el discurso regio. No deja de ser llamativo que el Rey lo haya nombrado, pues estamos hablando del intelectual más incómodo con el poder de nuestra historia contemporánea. Incómodo para la Monarquía Alfonsina. Incómodo para el dictador Primo de Rivera que lo desterró. Incómodo para la República. Incómodo para las dos Españas en guerra. Incómodo para quienes representaban el bando que sería vencedor en aquel episodio en el rectorado salmantino, cuando Unamuno fue valiente y lúcido, advirtiendo que vencer no era convencer.

¡Qué ajeno tiene que resultar a Unamuno a quienes consideran que la gloria es el barniz social! ¡Qué embarazosa tiene que ser su figura para los adalides de lo políticamente correcto, que sólo saben de templar gaitas y que sólo desean soslayar lo que en verdad ocurre! ¡Qué paradójico tiene que sonar su nombre en cualquier escenario de servilismo y sumisión!

Las olas de la historia y de la intrahistoria. La protesta contra todo y contra todos. Los bramidos contra la chabacanería. El desprecio al boato de barniz chillón. Es mucho lo que Unamuno tiene que decir en nuestro aquí y en nuestro ahora. Distinta cosa es que se sepa en verdad de quién estamos hablando. Distinta cosa es que, con sólo nombrarlo, retumbe en conciencias mudas, ciegas y sordas.

Pero, en todo caso, su mera evocación, su somera invocación, su recordatorio al modo cosmético, nos retrotrae –velis nolis- a una figura que habla de la grandeza de un país que en su día regaló a la humanidad personajes de una dignidad tan alta, de un talento tan admirable y de un coraje tan heroico.

Contra todo y contra todos, sí, Pero, al mismo tiempo, con la humanidad y la dignidad. Y es que, en un momento como éste, con saqueos y atropellos, con cinismos e hipocresías, con mediocridades y mezquindades, la orfandad de este país clama a gritos la presencia de alguien como don Miguel, que estaría con los que se reclaman reales, con sus ecos, con la intrahistoria

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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