Seamos serios: cuando Rajoy declinó por vez primera el intento de fomar Gobierno, estaba cantado que, tras la nueva ronda de encuentros del Jefe del Estado con los diferentes líderes políticos, lo haría por segunda vez. Es el partido más votado, sí, pero también el que mayor unanimidad concita a la hora de rechazarlo. Y no hay ninguna duda que, para ello, la formación presidida por  don Mariano no deja de atesorar méritos.

Pero vamos al momento presente: tras entrevistarse el señor Sánchez con los principales líderes políticos, el bloqueo permanece. Albert Rivera dejó dicho expresamente que no llegará a acuerdos con el PSOE sin el concurso del PP. Por su parte, Pablo Iglesias sólo está dispuesto a apoyar a Sánchez si se excluye a Ciudadanos. A esto hay que añadir el compromiso del candidato socialista con los notables de su partido acerca del rechazo a alcanzar la Presidencia del Gobierno con el concurso de las formaciones independentistas catalanas.

O sea, hasta el momento presente, desde que Sánchez se comprometió a intentar un pacto con diferentes formaciones con vistas a que de ahí salga un nuevo Gobierno, las posiciones de los diferentes partidos no han variado lo más mínimo.

Cierto es que no debemos descartar que algunas formaciones terminen por ceder en sus planteamientos, aunque no parece muy fácil.

Por otra parte, si la salida a esta encrucijada, de momento, se fía muy larga, no hay que perder de vista otras dos dificultades añadidas, nada insignificantes, a decir verdad.

Supongamos por un momento que ese “Gobierno de progreso” se lleva a término. Aun en tal supuesto, las reformas constitucionales que se plantearán tendrían enfrente a un PP que dispone de mayoría absoluta en el Senado y que, además, cuenta con un número suficiente de escaños en el Congreso para impedir determinadas reformas constitucionales de calado. Así las cosas, en el más favorable de los supuestos, un Gobierno de progreso se encontraría con bloqueos anunciados.

Siguiente dificultad añadida, nada irrelevante por lo demás. Si Sánchez no logra los apoyos para ser investido, las elecciones anticipadas, que serían el correlato de ello, más allá de la fiabilidad que nos podría dar la última encuesta del CIS, arrojarían unos resultados que, en cualquiera de los casos, obligarían a alcanzar unos pactos que no serían muy distintos a los que la aritmética parlamentaria demanda en este momento.

Por tanto, el bloqueo sigue llamando a la puerta de la vida pública, y ese bloqueo, además de no ser bueno para el país, se volvería en contra de los partidos políticos en general al mostrarse incapaces de alcanzar acuerdos a varias bandas, tal y como exige el electorado de este país en el momento presente.

Y, en ese sentido, las expectativas de cambio que se abrieron en los últimos tiempos se quedarían truncadas y generarían frustración en una ciudadanía que estaría en una dinámica de desafección creciente.

Todo el mundo debería pensar muy seriamente en esto, es decir, todo el mundo tendría que tomarse muy en serio la posibilidad de que unas nuevas elecciones, en lugar de dar salida a la encrucijada, podrían bloquear aún más la situación.

Y es que no todos los laberintos son borgianos.