Como un auténtico mirador natural, este pequeño rincón del occidente asturiano, se abre a un paraíso en el que cobran gran protagonismo las casas de piedra y pizarra, las carreteras solitarias y el exuberante ruido que se adueña de un paisaje que parece haber sido sacado de una postal. En una de las zonas más desconocidas del territorio asturiano, a pie de la carretera AS-12, nos encontramos este bello pueblo cuyo nombre se debe a la colonia de buitres que nidificaba en Peñamayor, un pico muy cercano. San Esteban de los Buitres no deja indiferente a nadie. Así que no esperemos más para recorrer sus empinadas y estrechas calles, de la mano, como no podía ser de otra forma, de mi compañera de aventuras: mi “Trailera”.
Último fin de semana de un desconcertante y soleado mes de enero . En las maletas de mi moto me acompañaban mi cámara réflex, un par de yogures, un botellin de agua y, un ingrediente fundamental, toneladas de ilusión para salir de nuevo a explorar Asturias. Apenas eran las 8:30horas de la mañana cuando, juntas, por la zona de Soto del Barco, los espesos bancos de niebla nos envolvieron dificultando peligrosamente la visión. La humedad se adentraba sigilosamente en mi cuerpo y la pantalla de mi casco comenzó a empañarse . Como por arte de magia y así, sin más, dejamos atrás aquél infierno y, poco a poco, comenzó a vislumbrarse frente a nosotras, el preludio de lo que sería un estupendo día soleado para disfrutar ruteando.
Siempre he creído que es buena idea iniciar un viaje mirando al mar. Y fue así como, desde uno de los miradores de Viavález, simplemente, lo observé.
La tranquilidad que ese día transmitía no consiguió verse truncada por la humedad de las carreteras que iría encontrándome a lo largo de una ruta marcada por zonas sombrías y frío, mucho frío. Numerosos espectadores a lo largo del camino ….
Y maravillas que, en otra época del año, no podríamos contemplar como las cascadas del Ferrado, a pocos metros antes de culminar el Alto del Folgueirou en el ascenso por la AS-12 en dirección a Grandas de Salime. Todo un espectáculo visual que merece la pena contemplar.
A pie de carretera, San Esteban duerme esperando nuestra visita. Y frente a mí, el río Navia modela un paisaje inimitable.
A modo de arco de entrada y acceso al pueblo, uno de los hórreos se eleva sobre las paredes de piedra.
Hoy nadie se ha sentado a comer,…..
Las puertas permanecen cerradas,…
Y las portillas no se han abierto,…Ya nadie las utiliza,…
No se oye el griterío de los niños al jugar,…
Y el aburrimiento entre alguno de sus habitantes hace que vague de un lado a otro sin saber muy bien a dónde ir…
Otros, en cambio, lo tienen claro y prefieren aprovechar los pocos minutos de luz que le quedan,…
Eso sí, sin cerrar los ojos y bien pendiente de mi presencia. Junto a él, una pequeña y coqueta capilla en la sombra despierta mi curiosidad.
Su puerta, aparentemente cerrada, se abrió fácilmente. La llave estaba puesta y así me lo hicieron saber el matrimonio que habita a su lado( que junto con las personas de una casa que se encuentra un poco más en lo alto) son los únicos moradores de este tesoro escondido.
Atechadas en la sombra, sus calles angostas dibujaban la silueta de un bello pueblo en el que uno es capaz de relajarse simplemente cerrando los ojos.
Los detalles que no suelen faltar y que siempre complementan mis visitas,..
Y señales que hicieron que me sintiera muy afortunada,….
Y nada mejor para celebrarlo que culminar en el puerto del Palo el cual, ese día, ofrecía un aspecto espectacular para la fecha en la que estábamos…
Una ruta por el desconocido occidente asturiano en busca de lugares como San Esteban de los Buitres, aquellos en los que el silencio y la Naturaleza se agarran de la mano en el mismo sendero, el que nos lleva al paraíso: Asturias.