Parece increíble comprobar por uno mismo la cantidad de lugares escondidos que guarda nuestro paraíso y es que, cuanto más descubrimos, más nos percatamos de que en muchas ocasiones, está de nuestra mano el ir explorándolas y, por supuesto, disfrutarlas. En esta ruta nos acercaremos hasta un escondite en el concejo, Tineo que, por sí mismo es toda una ventana abierta a las montañas y en él, muy próxima a la capital, discurren las aguas de una brillante cola de caballo, las de la cascada de la Igualta.
Agosto estaba dando sus últimos coletazos y había que ir aprovechando esos días en los que el sol aún tardaba en esconderse. Eran poco más de las 11:00 horas cuando Gema, una motera viajera a la que conocí ese mismo día y a la que podéis seguir a través de su página www.viajandoconmicamara.com y Carlos, un compañero de rutas asiduo del blog, nos reunimos para comenzar un día que , personalmente, calificaría de diez y, por supuesto, de inolvidable.
A ninguno de los tres nos cuesta bajarnos de la moto y mucho menos si, después de ello, nos encontramos con una recompensa como la que tuvimos en esta ocasión.
Muy próximo a Tineo, a unos 2 kilómetros más o menos, se ubica el pueblo de Máñores, el cual será nuestro punto de partida y al cual llegaremos a través de un camino sin asfaltar.
“Trailera” y sus compañeras aguardarán en la entrada al cobijo de una sombra que no tardará mucho en desaparecer.
Parece ser que el trayecto está señalizado y solo tendríamos que seguir las indicaciones.
Aún así, todos sabemos que “preguntando se llega a Roma” y así lo hicimos.
Supe de la existencia de este paradisíaco rincón tinetense gracias a una publicación en el periódico y decidí anotarlo en mi “libreta de pendientes”. Demasiado tiempo de espera que debía concluir.
En el pueblo, escenas como esta, nos sorprenden.
Dejamos atrás Mañores para adentrarnos en un sendero en el que, la penumbra de los primeros momentos, que nos ayudaba a protegernos del calor, fue desapareciendo causando estragos.
Por supuesto, siempre siguiendo las indicaciones.
Una zigzagueante bajada nos llevará hasta este escondite en el que el tiempo se para y a uno le entran ganas de desconectar del resto del mundo. Impresionados por su belleza permanecimos en el lugar para saborearlo y disfrutar del regalo que nos hacía este concejo.
Con el acompañamiento del sonido del agua del arroyo de Máñores como protagonista, entablamos durante extensos minutos una conversación cuya base principal eran los viajes y, tras ella y, embelesados por la belleza del paraje iniciamos el ascenso en el que la ropa y el calzado motero no ayudaron mucho la verdad. Nada que no pudimos solventar a la sombra de un lavadero que utilizamos como “comedor de lujo” de esos que tanto nos enamoran.
Un regreso que vino marcado, de nuevo, por la presencia del idílico entorno en el que nos encontrábamos.
No me cansaré de repetir lo afortunados que somos por vivir en un paraíso, Asturias, que está repleto de rincones como éste, aún no muy conocido, lo cual también le atribuye un encanto especial y que descubrí ese día en compañía de mis compañeros de ruta, Gema y Carlos, a quienes agradezco que me regalaran otro de esos momentos que incrementarán mis anécdotas de experiencias moteras, las cuales espero poder seguir plasmando durante mucho tiempo para que puedan llegar a personas como tú.