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Una noche en casa (Vegas-Rosenvinge)

Por María de Álvaro:

–No me queda una sola cerveza. Esto es una locura. Quién se podía imaginar que un martes esto se iba a llenar así.
–Bueno, no sé que esperabas. Es Nacho Vegas.

A veces, no siempre, las conversaciones a pie de barra son reveladoras. Ésta se producía anteanoche en la sala Albéniz cuando quedaba media hora para que el susodicho se subiera al escenario con Christina Rosenvinge. O sea, a la una de la madrugada de un día cualquiera. Dio igual. Nacho y Christina tocaban en casa y eso tiene que notarse a la fuerza. Se notó en el público, en que era mucho y entregado, pero también sobre el escenario.

La cosa empezó directa y sin concesiones. Empezó, de hecho, como lo hace el ‘Verano fatal’ que les ha unido, con ‘Me he perdido’. Dos acordes y Vegas se arrancaba con su «lo intenté por tercera vez», ese que suena a declaración de amor y de intenciones. Ni hola. Ni él ni ella. No hacía falta. Es lo que tiene tocar en el salón de uno, que se toca para uno mismo. Y eso sería un problema si no fuera por que en la madrugada del martes Nacho y Christina lograron cerrar el círculo. O sea, que todos los que allí estaban también se sintiesen en casa. En la suya propia. Lo lograron ellos y, por supuesto, Manu, Luis, Martín, Xel y Kike González. De sobresaliente.

Sonó el directo a improvisación de la buena. A la que se montan unos amigos que ahora tocan una canción y después otra y luego ya veremos. Así, con la distancia que da la cercanía cuando la cercanía no consiste en un «buenas noches Gijón, sois los mejores» y todo eso. Cómplices, pero sin miradas ‘pimpinela’, la pareja repasó una a una las canciones de su primer y breve disco, grabado en Gijón en pleno agosto y cargado de un sonido que no es ni de Nacho ni de Christina, si acaso algo más de él que de ella.

Así pasaron por el escenario ‘Humo’ y ‘Ayer te vi’ hasta que llegó la primera de Vegas y empezó a quedar claro que la parroquia había ido de parte del ‘novio’, aunque, desde luego, la ‘novia’ estuviese más que a la altura. En los coros, al teclado, con la guitarra y sola
ante el micrófono.

Con ‘Días extraños’, del disco que el gijonés hizo con Enrique Bumbury, el Albéniz entero se subió al escenario. Es un decir. Pero cuando la cosa se desbordó de verdad fue con ‘Michi Panero’, un ‘Michi Panero’ renovado con la voz dulce dulcísima de la Rosenvinge y acompañado de la estupenda indolencia de Vegas, cigarro en mano, mirada en los zapatos.

Quedaban algunas sorpresas más, la ‘Isabel’ de la ex de los Subterráneos a dúo, por ejemplo; algunas obligadas, ‘Verano fatal’; y las únicas palabras de Nacho Vegas sobre el escenario, ya en los bises: «Quiero dedicar esta canción a Carlos y a su orujo».

Y así, pasadas ya las tres de la mañana, se cerró una noche que había abierto Pablo Valdés solo ante el peligro con su guitarra, cuerda rota incluida, pero con la dignidad de quien está seguro de lo que hace. Con eso y con un «a veces el destino y la casualidad se ponen
de acuerdo». Pues eso.

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